La ciencia más reciente definió como “crisis ecológica” a nuestra trayectoria actual en el entorno y los riesgos que en ella existen, incluyendo la posibilidad de un cambio climático abrupto (es decir, un cambio climático espectacular a corto plazo) y la extinción humana.
En materia ambiental aplica el principio de precaución que dice que cuando existen riesgos extremadamente elevados, no tenemos por qué asumir los riesgos, sino que es preferible pecar de cautos. Esto hace que la información científica sea, por regla general, muy conservadora con el fin de ser rigurosa.
Un artículo de PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) del 2018 abordó la amenaza del llamado cambio climático abrupto: cuando los cambios ocurren muy rápidamente y se vuelven esencialmente irreversibles debido a una cadena de efectos desbocados. Se estudiaron 10 bucles de retroalimentación positiva: el deshielo del permafrost, la pérdida de hidratos de metano del fondo oceánico, el debilitamiento de los sumideros de carbono de la tierra y el océano, el aumento de la respiración bacteriana en los océanos, la muerte de la selva amazónica, la muerte del bosque boreal, la reducción de la capa de nieve en el hemisferio norte, la pérdida de hielo marino en el verano ártico, y la reducción del hielo marino antártico y capas de hielo polar. Tras el estudio se señaló que, aunque no podemos tener certezas, sí resulta preocupante la idea de que la Tierra se esté dirigiendo rápidamente hacia un estado de invernadero, incluso si las temperaturas se mantienen por debajo de los 2° C, lo que parece poco probable.
Los datos de la Oficina Meteorológica Británica muestran los aumentos en la temperatura promedio global desde 1850: Actualmente, estamos alrededor de 1° C por encima de las líneas de base preindustriales y estamos aumentando a 0.17º C por década. En un estudio sobre el cambio climático de la Universidad de Washington, aparecido en Nature en 2017, se indicaba que tenemos sólo un 1% de probabilidades de alcanzar el objetivo de París de 1.5° C, sólo un 5% de probabilidades de que la temperatura sea inferior a 2° C y siendo el rango más probable de 2 a 4.9° C –media de 3.2° C.
Así que las niñas y niños de hoy, durante su existencia, se van a enfrentar a aumentos de temperatura catastróficos. Esto debería ser noticia en la prensa, con discusiones de toda la población e historias sobre lo que se está intentando hacer para proteger a nuestros hijos e hijas, como ocurriría si estuviéramos inmersos en una guerra mundial. Aunque, en realidad, esto es mucho peor que una guerra mundial.
Si aumentamos las temperaturas globales en 3° C, el agua en la Amazonía comenzará a secarse y la tasa de incendios forestales aumentará. Los bosques se convertirán en productores netos de carbono, dejarán de ser los sumideros naturales de carbono que son hoy.
La seguridad alimentaria mundial se verá gravemente afectada. Las cosechas se perderán con más frecuencia, muchas regiones dejarán de producir alimentos debido a las inundaciones o la desertificación. ¿Y qué ocurre en una sociedad cuando los precios de los alimentos se encarecen?
El aumento de las temperaturas provocará la fusión del hielo en Groenlandia y la Antártida, y esto está relacionado con la elevación del nivel del mar. Muchas ciudades asentadas junto a los ríos o en la costa quedarán sumergidas para siempre, otras sufrirán enormes daños y una gran destrucción. Junto con otras presiones migratorias, como las estimaciones de desertificación, se apunta a que 400 millones de personas podrían verse desplazadas, ¿adónde irán esas personas? ¿Cómo afrontarán los países la posibilidad de que 1 de cada 9 personas se desplace? Nuestros hijos tendrán nuestra edad actual. Esto no es una cuestión de cerrar fronteras y dejar que la gente se ahogue en el mar. La migración tendrá lugar dentro de los propios países convirtiéndose en refugiados climáticos.
Además, existen muchas más presiones ecológicas. La acidificación de los océanos, de la cual se dice que es la “gemela malvada” del cambio climático, ha aumentado en torno a un 30%, y está previsto que llegue hasta un 150% en 2100. El 20% de los seres humanos depende de la vida marina para su nutrición, pero ésta se ve amenazada por múltiples presiones. La vida marina podría colapsar debido a un incremento de la acidificación, causado por la formación de ácido carbónico cuando el CO2 se disuelve en los océanos. Algunas criaturas marinas son incapaces de construir sus esqueletos o sus caparazones en un océano demasiado ácido. Los océanos, incluso más que los bosques, son los pulmones del planeta ya que producen entre el 50 y el 80% del oxígeno, y absorben más del 25% del dióxido de carbono, pero esto sólo si el ecosistema marino es saludable.
La Tierra ha sufrido ya 5 extinciones masivas que los científicos han podido identificar en los registros geológicos. La última de ellas fue la extinción de los dinosaurios, causada por el impacto de un meteorito en la Tierra. Las otras 4 se debieron a rápidos aumentos en el nivel de CO2, por ejemplo causados por una desmesurada actividad volcánica. La extinción más devastadora de las cinco ocurrió entre los períodos Pérmico y Triásico, cuando se perdió el 97% de toda la vida sobre la Tierra. El ritmo de emisiones de CO2 es similar al actual, por lo que sabemos que la extinción humana es, cuanto menos, una posibilidad si continuamos nuestra trayectoria actual. Nos encontramos ya en la sexta extinción masiva de especies. Los científicos están utilizando el término “aniquilación biológica” para referirse a ella.
Todas estas condiciones (migraciones, pérdidas de cosechas, desastres naturales...) son el caldo de cultivo perfecto para el fascismo o bien cualquier otra forma de dictadura que secuestre la democracia. Además, estamos ignorando las advertencias, porque la negación es más cómoda que una verdad incómoda (SEGAM style).
Entonces, ¿cómo están respondiendo los gobiernos a estas amenazas a nuestro pueblo? Las políticas del gobierno ha sido absolutamente terribles. Por ejemplo, la actual administración federal impuso dificultades a la producción de energía solar, clara preferencia por la producción de energías “sucias”, promoción y permisividad a la quema de carbón para la generación de energía eléctrica, así como megaproyectos sin adecuados estudios de impacto ambiental.
En 1990, la ONU advirtió de que el cambio climático era una realidad y afirmó que, si no se mantenía el aumento de la temperatura global por debajo de 1º C, habría un colapso a escala planetaria. Desde entonces, las emisiones de carbono se han incrementado un 60% y estamos acercándonos a un aumento de 1.2º C.
Podemos concluir que las estrategias convencionales para manejar el cambio climático han fallado en dos niveles: a) Los gobiernos no han introducido cambios a gran escala que sólo ellos tienen poder para implementar; y b) Las organizaciones medioambientales no hemos presionado lo suficiente a los gobiernos para introducir los cambios necesarios.
¿Cómo afecta esta amenaza existencial al modo en el cual quieres vivir tu vida?
Delírium trémens.- ¿El Congreso del Estado sabía del galimatías que originaría con la prohibición de bolsas plásticas y popotes?
@luisglozano