La Gran Casa III

Conversamos en las pasadas entregas sobre el contexto de Vega Sicilia Único y algunos aspectos de la experiencia olfativa de una botella de su 2004. Corrresponde hoy intentar compartir la que ofreció ese magnífico ejemplar en el paladar.

La promesa de la nariz se cumple con una precisión impresionante, es lo que llamaríamos un vino “congruente”. La primera sensación es de majestuosidad textural. El vino no es simplemente corposo, tiene una densidad y una sedosidad que es la materialización de ese “terciopelo líquido” al que se refieren varios críticos inspirados. Los taninos están presentes —después de todo, contiene algo de cabernet sauvignon— pero no es una versión rugosa, son más bien esferitas de tanino, perfectamente pulidas e integradas al conjunto, como el ante más suave. Proporcionan una arquitectura de una fuerza inmensa, pero es una fuerza con gracia.

El perfil de sabor es una continuación perfecta del aroma: frutos negros, regaliz y esa firma de cedro están enmarcados por una nota sabrosa, casi rica en umami, de trufa negra fresca y porcini. La barrica está totalmente asimilada, presentándose sólo como un matiz de especias: clavo y un toque de sándalo, casi una ausencia de esa vainilla sucedánea de los vinos con chips de madera.

Lo más notable es su equilibrio. La acidez es muy precisa, un haz de luz brillante que no corta la profundidad del vino, sino que la acompaña impidiendo cualquier sensación de pesadez y dotándolo de una longitud que hace que el tiempo se pause. Este no es un vino de poder por el poder mismo, no es caliente de alcohol, menos una bomba frutal ni un vino monolítico, tampoco simplón, como aparentan ser muchos vinos serios que están en su infancia: es un tinto de autoridad y balance.

El final no es simplemente largo, es persistente, resonante y transformador. Permanece durante más de un minuto, una reverberación que se desvanece lentamente de todo lo que ha venido antes: la fruta oscura, el cedro, el cuero, el grafito. Deja una sensación limpia y sabrosa en el paladar, con notas finales de almendra cubierta de chocolate amargo, terrosidad orgánica y mineralidad austera. Es un final que no termina abruptamente, sino que se difumina como un velero en la línea del horizonte, poco a poco, invitando a la contemplación silenciosa.

El Vega Sicilia Único 2004 es un vino de elegancia aristocrática. Habla en un tono bajo y seguro sobre las virtudes del tiempo, de un lugar específico en España y de una filosofía de vinificación igual de particular. Beberlo ahora es presenciar un capítulo magnífico en su vida. Ha dejado atrás la fruta vibrante y robusta de su juventud y ha entrado en su primera y verdadera meseta de complejidad madura. Es un vino profundo, intelectual y profundamente emocional que exige y merece respeto; no es un acompañante, es un protagonista que requiere de la total atención de todos nuestros sentidos y de una glosa soboreada con cabales, una conversación de sustancia y una paz interior. Te deseo, caro lector, que tu camino se cruce en algún momento con esta obra maestra.

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