Todos los cines son cinemas Paradiso, como aquel de la película de Giussepe Tornatore (1988). Todos hemos sido Toto o alguno de los tantos habitantes del pueblito italiano de Giancaldo. Desde que en 1895 los hermanos Lumière hicieron una toma de frente a un tren y con ello lo hicieron «salir» de la pantalla, compartir historias mediante un un nuevo lenguaje de imágenes en movimiento se unió a nuestra forma de propiarnos del mundo, transformándose en la principal actividad cultural de México según la Encuesta Nacional sobre Hábitos y Consumo Cultural 2020.
La Cineteca Alameda cumplió ayer 80 años de ser la pantalla grande por excelencia de San Luis Potosí, y como el Cinema Paradiso musicalizado por Ennio Morricone, ha sido parte de la historia sentimental de la ciudad y del estado.
Todos los otros grandes y viejos cines potosinos desaparecieron, como el de la película. El Othón, el Potosí, el Hidalgo, el Avenida, el San Luis 70. Las matinés en el Alameda o el Avenida implicaban los viajes en camión y la consecuente algarabía de los chiquillos de las décadas de 1950 a 1980.
Escenas, música, actuaciones, planos o escenarios. Algo queda siempre de ciertas historias. Unas suceden en la pantalla, otras en las butacas, con quien esté ahí compartiendo la experiencia.
Mi tía Elo trabajó en el cine Plan de San Luis de la Plaza Fiesta y siempre lo agradeceré, pues casi cada semana pude ver películas de todos los géneros y disfrutar la permanencia voluntaria con una enorme bolsa de palomitas; algunas, varias veces: por ejemplo, en semana santa eran inevitables Jesús de Nazareth (1977) de Bernardo Bertolucci, Los diez mandamientos (1956) de Cecil B. DeMille o el Ben Hur (1961) de William Wyler.
Ya no recuerdo bien las fechas, pero si con López Portillo la Compañía Operadora de Teatros (Cotsa) empezó su declive, el salinato le dio el tiro de gracia. Nunca estuvo claro su manejo y quién era dueño de qué cines. La cosa es que sus edificios fueron demolidos para dar paso a las tiendas del empresario de los abonos chiquitos y que regala motocicletas. Solo se salvaron el Avenida, de empresarios potosinos, y el Alameda, donado al Gobierno del Estado. El Avenida trató de adaptarse a la moda de salas pequeñas y fue «fraccionado», pero no logró atraer suficiente público ni proyectar las películas adecuadas y hoy permanece cerrado.
Para entonces ya la programación estaba en general muy descuidada, el Potosí de plano era porno y se bromeaba que en el Hidalgo te daban un bat a la entrada y te regalaban una bolsa de palomitas por cada rata que mataras.
Llegaron en el salinato las empresas Cinemark, Organización Ramírez (Cinépolis) y Cinemex, del dueño de la Industrial Minera México, hoy amos y señores de la exhibición y distribución en todo el país.
El Azteca, en la Plaza de Armas, cambió sus historias de arte a montajes más bien burdos, algunos de terror y otros bufos, pues hoy es sede del Congreso del Estado. Aún circulan en las redes algunas fotos en blanco y negro. Cabe recordar que tanto el cine Azteca como el Alameda fueron obra del arquitecto Carlos Crombé, a solicitud del empresario Alfredo Lasso de la Vega. Crombé planeó y dirigió también la edificación de cines como el Odeón y el Olimpia en la ciudad de México.
Cada quien su género favorito, pero en el Alameda han pasado de todo, y dependiendo de los tiempos su equipo (técnico y humano) ha variado de menos a más.
Además de «ir a garciar» a la alameda Juan Sarabia, también es (no quiero ponerlo en pasado) una tradición muy potosina cruzar la calle para ir al cine, o a algún espectáculo de teatro o música. Y para visitantes, imaginemos ese pasado no tan lejano: llegar en tren a la alameda, comer en el restaurante cercano, ver por fin la película de la que tanto hablan…
En el sitio web Cronologías San Luis Potosí está la siguiente descripción:
«Pertenece al estilo llamado colonial californiano, que tanto estrago causó en el gusto arquitectónico de entonces, por su abigarramiento y sobre todo por su falsedad. […] el salón, al estilo del Cine Alameda de la ciudad de México, simula una plaza de provincia, con edificios de pastiche, palcos en forma de terrazas y plafón que aparenta ser el cielo […] y no debe negarse que al margen del estilo resulta cómodo, y más lo resultaba en sus primeros años de servicio, cuando los equipos de proyección y de sonido estaban adecuados a las técnicas de entonces, y no habían sufrido la adaptaciones, que no los cambios, indispensables a los sistemas de la moderna cinematografía».
Además de la inversión tecnológica, hoy la Cineteca requiere inversión sanitaria, para que la gente vuelva a gozar cabalmente de sus instalaciones. Y no solo la cineteca, se necesita darle peso (y pesos) a las instituciones que son y resguardan el patrimonio histórico de San Luis Potosí. Carteles, cintas, volantes, testimonios de lo que nos constituye en el área de ocio y esparcimiento.
La promoción de otros estilos de cine más allá del de Hollywood o de las cintas «humorísticas» de las grandes productoras no es fácil. La pandemia podría dejar como otro de sus trágicos saldos el cierre de muchas salas cinematográficas comerciales, espacio también, raras veces, de pocas joys y algunos ciclos de cine de arte. Entre más opciones, mejor, y por eso hay que apoyar a la cineteca pero también a espacios alternativos, a los colectivos que buscan acercarnos a esas producciones e historias que están fuera del circuito comercial.
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