El 30 de enero de 1948 un ataque con balas mortales, acabarían con la vida de un hombre excepcional quien, con la fuerza de la palabra, la sencillez de la razón y la bondad en su corazón, fue capaz de enseñarnos que en la resistencia a la opresión, la violencia jamás será el camino. Mohandas Karamchand Gandhi, Mahatma el “Gran Alma” como se traduce en castellano, fue una persona cuyo pensamiento podemos desnudar en dos cartas que le escribiera a Adolf Hitler, la primera en julio de 1939 y otra más en diciembre de 1940, epístolas que pretendían persuadirlo de sus bélicos apetitos, son esas líneas -poco conocidas- las que pueden definir el sueño pacifista universal de Ghandi, en el contexto que Inglaterra -enemigo natural de la Alemania Nazi- representaba para el pueblo de la India la nación que les mantenía colonizados, pero no por ello Ghandi apoyaría la libertad de su patria con el derramamiento de sangre de los ingleses a quienes consideraba sus hermanos.
Así, Mahatma le dice a Hitler que su único deseo es convertir y convencer a los ingleses, pero no derrotarlos; pues argumenta que un gobierno podrá tener las tierras e incluso los cuerpos de las personas, pero jamás podrá tener sus almas, afirmación que se demostraría tiempo después cuando la India lograra finalmente su independencia y que las sabias palabras de Ghandi se reconocieran casi en forma literal el 10 de diciembre justo en el año de su muerte 1948, en el proemio de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “las personas nacen y permanecen libres”, de modo que, esa es una gran lección de Ghandi a Hitler, quien de una forma por demás sencilla, le hizo saber que los seres humanos no le pertenecen a ningún Estado, Nación, Religión o Partido mucho menos a un líder mesiánico como lo era el Fürer, en razón de que la libertad humana entendida por Ghandi es absoluta y plena, pues las personas como los pueblos son dueñas de si mismos.
Valiosa sentencia intemporal que aplica a cualquier tirano quien, como Hitler pretenda imponer su verdad través de la fuerza, pues “la ciencia de la destrucción” como lo vaticinó Ghandi, sólo dejó un legado de crueldad que aún avergüenza al pueblo alemán, por las atrocidades que permitió esa generación que apoyó al nacional socialismo, con todos los agravios hacia otros seres humanos, extraviándose todos ellos, en la ciega obediencia al denominado el Tercer Reich.
De ahí que en la segunda de sus cartas, Ghandi hace un llamado general en nombre de la humanidad, pues no sólo descalifica la guerra como un método para dirimir cualquier controversia, sino que en su generosidad, invita a Hitler a tomar el camino pacifista, pues de sus palabras se puede advertir que el Mahatma estaba convencido de que, detrás de aquel “monstruo” en que se había convertido el Fürer, había simplemente un hombre a quien, con el poder de la palabra, creía era posible persuadirlo apelando a su humanidad.
Ahora bien, es cierto que hay muchas críticas históricas hacia el Mahatma que generan a la fecha un gran debate, pues en su primer carta -que se dice nunca llegó a sus manos-, se refiere a Hitler como su amigo, aunque aclara en la segunda, que él es amigo de todos, porque no pretende tener enemigos, se criticó también su postura poco clara sobre las acciones emprendidas por la Alemania Nazi y más aún, su posición que se ha considerado de pacifismo extremo, en el sentido de solicitar a los invadidos a no defenderse ni repeler la agresión.
Si bien, Ghandi no ha escapado a los señalamientos de la historia, por su vida imperfecta y tan llena de contradicciones, -como la de cualquier ser humano-, también es innegable su legado en la búsqueda de la paz, y es que, a 74 años del asesinato de aquel pacifista hindú, -amigo lector-, lo invito a seguir creyendo que: “No hay caminos para la Paz, la Paz es el camino.”
Excelente inicio de semana.
Los leo en jorgeandres7826@hotmail.com