Conozco a La Tejedora como se conocen ahora a muchas personas: de manera virtual. Es artesana de telar y vive en Pantelhó, Chiapas. Entré en contacto con ella porque me gustó una de sus prendas: un huipil de en tonos claros. Ella, atenta y servicial, me informó que la prenda ya se había vendido, pero que podía mostrarme otras. Se ofreció incluso a replicar el modelo que originalmente me había gustado, haciéndolo un poco más angosto, adecuado a mi talla. A fin de cuentas, decidí quedarme con otro y ella me sugirió hacer el envío por el Servicio Postal Mexicano, dado que tendría que trasladarse a otro municipio para hacer el depósito en una mensajería particular y por el momento debido a una cuestión de salud con un miembro de su familia, preferiría no viajar. Yo accedí y a los pocos días me mandó el número de guía del paquete. Las semanas pasaron y el huipil no llegaba. Fui a correos y me dijeron que únicamente ella podía hacer la reclamación. El rastreo indicaba que el paquete llevaba por lo menos dos semanas atorado en Tuxtla. Me comuniqué con La Tejedora, quien apenadísima me contó que el mío y otros tres paquetes tenían el mismo problema. La enviaron a la oficina de correos en San Cristóbal y no hubo solución. Prácticamente le dijeron que se encomendara a la Virgencita. A cualquier virgencita. Las siguientes dos semanas estuvimos en contacto para el rastreo del paquete, ella dándose vueltas a las oficinas y yo enviando correos electrónicos al área correspondiente. Luego, La Tejedora desapareció súbitamente. Yo me resigné. La chica había cumplido con su parte: hizo la prenda, la depositó después de ser pagada. En fin. Mi energía se enfocaría ahora en tratar de obtener del Servicio Postal Mexicano, la prenda atorada en quién sabe qué lugar de México.
Antier La Tejedora se comunicó conmigo: “Amiga, discúlpame. Las cosas han estado muy feas en la comunidad. Estamos bien.” Y luego, en su muro de Facebook, nos informó a sus cientos de contactos: “A estas horas el día miércoles 7 de Julio (sic) 2021 empezó (sic) los balazos y bombas que al explotar las montañas no dejaban de repetir los sonidos, el eco se siente demasiando, la gente de mi barrio se quedó en espera de que pronto pasará, no fue así todo el miércoles gastaron sus fuerzas para matarse entre sí y defenderse. En la tarde del miércoles cae la lluvia, sólo se escuchan disparos entre la lluvia a las 9, pm sonó una bomba que movió la tierra de mi pueblo, creímos que avía (sic) terminado y no fue así. Fue el siguiente día 8 de junio; la gente se alarmó viendo que no tenían suficiente alimento en casa, todos corrían a buscar lo necesario. Las personas asían (sic) colas para comprar lo que necesitaban. Ese día fue advertido antes por los pobladores, pero no hacían caso. Nunca avía (sic) ocurrido esto aquí, Gracias a Dios la familia se quedaron en casa y os que ulleron (sic) están bien. Sólo Dios sabe que pasará.”
Las noticias publicadas en los periódicos pueden abrir conciencias. Los testimonios de quienes viven esas noticias, tienen un efecto mucho más perturbador. La Tejedora “está bien”… y uno no puede más que cuestionarse en qué hemos convertido ese “estar bien” ¿será que lo hemos reducido a permanecer vivos?
Hace unos momentos mi virtual amiga me escribió. Irá a San Cristóbal por provisiones “en caso de que vuelva a pasar algo” y va a preguntar por el paquete. Yo lo único que puedo pensar, es que en este país tenemos perdidas mucho más cosas que un huipil.