Las Instituciones permanecen

Recuerdo que desde niño siempre tuve una especial fascinación por la historia, tanto la universal como la historia patria, me sigue resultando apasionante escudriñar el pasado, quizá tratando de descubrir los motivos que tuvieron las personas que han intervenido en la construcción del mundo y el país que conocemos. En nuestro México se han ganado un sitio en la historia mujeres y hombres extraordinarios con destacadas virtudes, pero también con vicios, propios de la condición humana. A manera de ejemplo imagine Usted querido lector, si le habría gustado escuchar de que se hablaba además de política, en las tertulias en la casa de Josefa y Miguel Domínguez en Querétaro a las que Hidalgo era un asistente frecuente. O las discusiones que acontecieron al interior de las Logias Masónicas a las que Benito Pablo Juárez García y Porfirio Díaz Mori acudían en Oaxaca y posteriormente en la Ciudad de México. Nunca sabremos el contenido exacto de aquellos diálogos, pero lo que sí podemos conocer es el legado que nos dejaron estas y otras personas cuyos nombres quedaron inmortalizados para siempre y que, a siglos de su desaparición física siguen siendo un referente para entender la realidad actual a través de las Instituciones creadas, en gran medida por el gérmen de sus ideas. Si consideramos que el paso de una persona por la vida es relativamente corto, el ser humano consciente de esa finitud, es proclive a una natural tendencia por la búsqueda de la inmortalidad, es decir por la trascendencia que originen sus actos para que pervivan en la memoria de quienes les recuerden. Así, para entender la construcción de México como el Estado – Nación en el siglo XXI que hoy conocemos, debemos obligadamente referirnos a quienes precisamente hicieron posible que Usted y yo hoy podamos vivir en este maravilloso país. Mujeres y hombres constructores de Instituciones que dan testimonio de la materialización de sus ideas, decisiones de otro tiempo que impactan al actual, ejemplos hay cientos, la lucha liberal por el laicismo en el siglo XIX que originó el Registro Civil, la instrucción pública con la que soñaron Justo Sierra y Vasconcelos, que hoy, convertida en educación pública, le ha permitido a millones de niños tener la posibilidad de mejorar su vida. O que decir de nuestro Sistema Nacional de Vacunación o del Instituto Mexicano del Seguro Social. Ya en la historia reciente de nuestro país en las últimas tres décadas, llegaron otras Instituciones, que no por ser jóvenes dejan de ser valiosas, del pensamiento de juristas notabilísimos como Sergio García Ramírez, Héctor Fix Zamudio, Jorge Carpizo McGregor, se dio forma al sistema de protección no jurisdiccional que encabeza la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de la mano con sus homólogos en los Estados, ni que decir del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, nacido de la lucha por la inclusión del gran Gilberto Rincón Gallardo, impulsor además de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad, instrumento internacional que es un orgullo para todos los mexicanos. Sin lugar a dudas, con el paso del tiempo las Instituciones como las personas, sufren un desgaste natural, un debilitamiento por el devenir de los años o en ocasiones hasta por un inmovilismo ante los tiempos cambiantes, pero esto no debe significar su eliminación a golpe de decreto, por el contrario, justamente por la valía que representa el tenerlas, previo análisis diagnóstico todas las Instituciones seguramente tienen sus áreas de oportunidad, desde sus marcos normativos, organigramas incluso hasta las instalaciones que las albergan; pero las Instituciones mexicanas poseen un valor fundamental porque cada una de ellas tiene una misión constitucional que cumplir, más allá de las personas que las puedan encabezar. Por eso, por supuesto que estamos de acuerdo en el fortalecimiento de las Instituciones para servir mejor a las y los mexicanos, pero no en su eliminación, todas absolutamente todas las Instituciones mexicanas nacieron de una idea y cumplen una función intransferible, siempre se puede mejorar, porque será siempre mejor construir que destruir. Finalmente no debe Usted olvidar estimado lector que en la modificación de una Institución, se debe reconocer lo que se hizo bien, sin importar que quien lo hizo no sea afín a la expresión política que profesemos, porque quienes han aportado algo o mucho a este país, han sido personas, con pensamientos políticos diversos, pero más allá de filias y fobias hoy más que nunca México necesita Instituciones sólidas, que sirvan mejor a quienes se deben, que es a las personas; la procuración de justicia, la lucha por la discriminación, la defensa de los derechos humanos, el acompañamiento a las víctimas, la transparencia, rendición de cuentas, la sana competencia económica, la garantía de elecciones libres, todos estos tópicos, para ser una realidad deben estar respaldados por sólidas Instituciones muchas de ellas hoy dotadas de Autonomía Constitucional. Todos a quienes la vida nos ha dado la oportunidad de servir desde una Institución pública, sabemos de su nobleza, por supuesto que se reconoce una constante necesidad por mejorar, porque siempre habrá aspectos que cambiar y los servidores públicos vamos de paso en tiempos brevísimos, pero no lo olvide querido lector con altura de miras: “Las Instituciones permanecen.” 

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