Lealtades perversas

El sábado reciente La jornada publicó una carta de los escritores David Huerta y Verónica Murguía. Responden a Marx Arriaga, director general de Bibliotecas del gobierno federal, quien comentó que la última dotación al acervo había sido en el 2012, “muchas veces con cierta carga ideológica, porque había textos de Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze.” Transcribo el núcleo de la carta, porque merece la máxima difusión. “Hemos leído los libros de esos dos autores y tenemos nuestra opinión sobre ellos; pero eso no es lo importante: lo importante son las insinuaciones sobre la supuesta inconveniencia de esa “carga ideológica” en algunos “textos.” Eso apunta directamente a las vocaciones centrales de los censores e inquisidores de cualquier tiempo y lugar: la persecución y represión del pensamiento libre, incluido, naturalmente, el pensamiento de quienes no piensan como los gobernantes. (...) (R)esulta siniestra la vocación fascistoide de las declaraciones de Arriaga, un funcionario que traiciona la esencia del trabajo de un auténtico bibliotecario: velar por los libros y por el conocimiento, incluido los “textos” con cuyas ideas no comulga.”

Lo que Huerta y Murguía describen como vocación inquisitorial va mucho más allá de los estantes. Esa velada intención de depurar el acervo bibliográfico de la nación del gorgojo literario muestra el deseo de sanear ideológicamente al país. Ese es el sello intelectual de este gobierno. Que las letras, la ciencia, el arte y la prensa se afilie decididamente a lo que llaman cuartatransformación. Cumplir el deber histórico es suscribir el anuncio de la nueva era, fustigar los horrores del pasado y las miserias de los enemigos. Se trata, es cierto, no de la proscripción de las ideas distintas, sino de un hostigamiento activo y permanente que comienza con la misa de todas las mañanas.

Son tiempos de definiciones, dice el presidente. Y sólo hay dos sopas. No hay creación intelectual, esfuerzo científico o trabajo periodístico al margen de la epopeya en curso. No lo piensa solamente en términos políticos. Está convencido de que su liderazgo lo imanta todo. La disyuntiva le parece inescapable. Si no estás conmigo, es decir, si no estás con la Historia, estás en contra de la justicia, de la verdad y de la patria. Si no estás conmigo estuviste con los conquistadores y con Maximiliano, con los huertistas y los corruptos del neoliberalismo. Por eso la prensa debe respaldar su proyecto. ¡Portarse bien! Celebrar al presidente para recibir, del magnánimo tutor, la estrellita en la frente.

En el ámbito de la ciencia se percibe también el embate de esta perversa noción de compromiso. De los brutales recortes a la ciencia se ha hablado mucho. La prestigiosa revista Science dedica a ello un artículo reciente que muestra una preocupación en la comunidad científica internacional por lo que sucede aquí. Pero el problema no es solamente la tijera sino la ideología. En el portal de la misma revista puede leerse un artículo de Antonio Lazcano, uno de los científicos más admirados en el país, quien, además de advertir de los peligros de la asfixia presupuestaria, nombra la amenaza de la politización. Al Conacyt le han montado una hache por ahí, pero, tal vez habría que agregarle una I: Concejo Nacional de Ciencia y Tecnología Ideológica: Conacyti. Ciencia y tecnología, siempre y cuando sirva a la retórica del antineoliberalismo. La directora de ese organismo ha replicado la política pendenciera del presidente de la república. A su juicio, la ciencia mexicana necesita emanciparse de la perversa hegemonía de la ciencia occidental. Dejar atrás la ciencia neoliberal. Por ello habría que pensar de nuevo si nuestros científicos deben salir al extranjero a continuar su formación académica. Mejor quedarse aquí. En las universidades europeas y norteamericanas podrán estar la investigación de punta, las revistas más exigentes y las nuevas patentes, pero son, no debemos olvidarlo, nidos de pensamiento colonial.

El maniqueísmo presidencial quiere dejar su huella en todas partes. Pretende que su belicismo lo inunde todo. Sustituir la complejidad del pluralismo por la simpleza de un mundo binario y remplazar los aprendizajes de la conversación con la fogosidad la cruzada.