“Ciudad Creativa en Literatura” es el título que otorgó la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) a San Luis Potosí el pasado 31 de octubre, lo cual “coloca a la capital potosina dentro de una red internacional de ciudades comprometidas con la promoción de la literatura, la lectura y las industrias culturales”.
Aunque la declaratoria se dará a conocer este lunes como parte ya de las actividades del Festival Letras en San Luis, según adelantó el presidente de El Colegio de San Luis (Colsan), David Vázquez Salguero, hay cuatro programas para trabajar en este título que estará vigente hasta 2030: “Biblerías vivas, archivo de memorias comunitarias” (recopilación de testimonios orales en bibliotecas municipales), el “Laboratorio de Literatura de Tradición Oral” (preservación de expresiones en lenguas indígenas) y “San Luis, Ciudad de Lectores” (módulos inmersivos de lectura en espacios públicos) y un “Recetario de memorias potosinas” (vinculacón de la literatura con la gastronomía local).
Algo habíamos platicado del aumento de lectura en México según los indicadores oficiales. Según el Molec (Módulo sobre Lectura) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), de 2024 a 2025 hemos pasado de un promedio de 3.2 libros al año a 4.2 libros.
La trampa, como publicó El Universal, es que ahora en el promedio se incluye a la población de 12 a 18 años, o sea a quienes por estar en edad escolar leen “por deber” varios libros al año. Otro sesgo es que no solo se incluyen libros en la “conducta lectora”, ahora se basa en “libros, revistas, periódicos, historietas, páginas de Internet, foros o blogs y redes sociales”.
Leer, sí. Ya se ha dicho que es un verbo que no admite el imperativo. Con tantos libros y tantas otras opciones resulta difícil avanzar en este goce. Leer, sí, como propone Michèlle Petit en Leer el Mundo, experiencias actuales de transmisión cultural: «en estos tiempos en los que a cada uno incumbe, mucho más que en el pasado, construir el sentido de su vida, su identidad, leer sirve quizá ante todo para elaborar sentido, dar forma a la propia experiencia, o a su parte de sombra, o a su verdad interior, secreta; para crear un margen de maniobra, ser un poco más sujeto de su historia».
No de lectura, pero sí de imagen, es la noticia que la Señorita México, Fátima Bosch, de Tabasco, ganó el título de Miss Universo 2025, convirtiéndose en la cuarta compatriota que lo obtiene. Esto luego de haberse enfrentado a los comentarios machistas de uno de los organizadores en Tailandia, la sede de este año. Por ser morenista, o simpatizante de, ya salió el chisme de que el título fue comprado, que si ya estaba dado desde antes, que si... bueno, ya saben cómo son las redes.
«Más allá del propio concurso y demás, que se puede platicar de eso en otro momento, a mí me gustó de ella que levanta la voz cuando siente que hay una injusticia. Y eso es un ejemplo», comentó la presidenta Claudia Scheibaum en La Mañanera del Pueblo.
Ayer fue día de santa Cecilia, patrona de los músicos. Acá el gober ya le encargó un nuevo “himno” potosino al “grupo consentido de México”, Los Acosta. ¿Qué ritmo debería llevar? ¿Algún verso que puedan aportar como sugerencia? Se vale opinar.
En fin, dejemos de lado esta semana lo político como tal, aunque hay dos o tres noticias muy comentables. En el portal Ethic, Dolores Fernández Pérez define algo de eso: «cuando un líder frío asciende, tiende a rodearse de personas parecidas. Así se crean culturas que expulsan a quienes valoran la cooperación y el respeto. […] Un país no es una empresa, pero ambos comparten riesgos. El culto al líder erosiona los controles. La transparencia cede ante el relato heroico. La oposición se convierte en enemigo. Gobernar no es ganar siempre, es cuidar de todos».
Una reflexión de la escritora Irene Vallejo viene bien al caso: «En la niebla de la guerra triunfan los rugidos rotundos y unívocos sobre la palabra sosegada. Hoy resuenan ecos de Heráclito cuando señalaba el conflicto como clave: un político no es nadie sin un buen adversario. […] A muchos líderes estentóreos los definen sus odios, no sus ideas. Confunden ganar con gritar y destacar con desgañitarse, siempre en actitud de ataque. Abundan los profesionales de la confrontación y el insulto, pertrechados de profecías apocalípticas, convencidos de que el fin justifica los miedos».
Nos leemos pronto.
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