De que a López no le gustó nada la elección de Joseph (Joe) Biden como presidente de los Estados Unidos, es indudable. Después de todo, hasta de comparsa electoral andaba en plena campaña del casi ex mandatario norteamericano, Donald Trump.
Bajo el manto de fingida prudencia, negándose a felicitar apresuradamente al vencedor y alegando que quienes anticipan vísperas, cuando las cortes no han decidido, son adelantados, se olvida, como en muchas otras cosas, que hay actos de conveniencia política y de matices que le hubieran permitido no quedar como aplaudidor del vociferante perdedor, ante los ojos de todo mundo.
López se escuda en que a él le hicieron lo mismo cuando, según dice, le robaron la elección del dos mil seis: mandatarios extranjeros felicitando a Felipe Calderón antes de que terminara el cómputo de votos.
Estoy de acuerdo en que a Biden, realmente, si López lo felicita o no, realmente es de las tantas cosas que le vienen valiendo poco, muy poco. Sin embargo, no deja de ser algo que, a la postre, marca pautas en las relaciones internacionales y que un acto de “prudencia” puede ser visto como complicidad con el derrotado.
Sin embargo, no debemos extrañarnos, pues de eso de diplomacia, con López poco y mal. Y no solo en el exterior, sin, como lo vivimos todos los días, en la vida interna de México. Su obsesión por dividir al país, partirlo en el “ellos” y “nosotros”, banderas con las que marca a sus adversarios y a sus discípulos, a la postre es una de las causas esenciales de que en México las cosas no marchen bien.
Por eso, no asombre su conducta ante la elección en Estados Unidos, pues bajo esa divisa de que el que no está conmigo está contra mí, la aplica también su amigo el derrotado, que ejerce su muy humano derecho al pataleo ante lo irremediable. Por lo pronto, nuevos vientos soplaran y veremos cómo los enfrenta el líder de los transformistas de cuarta.
Uno de los aspectos donde el nuevo presidente norteamericano tendrá un peso específico interesante en nuestro país, es en lo que concierne a la política energética. Biden es un convencido de la necesidad de llevar adelante el Acuerdo de Paris y otras acciones internacionales en aras de proteger el medio ambiente. Todas pasan, exactamente por la senda contraria de lo que está haciendo López en materia de energía.
Otro más será lo relativo a al T-MEC, la nueva versión de la alianza de libre comercio de América del Norte que forzó Trump y contra el cual votó en contra la senadora, compañera de fórmula de Biden como vicepresidenta, Kamala Harris. Cierto es que no se avizora una nueva renegociación del tratado, aunque sí, hay que decirlo, algunos ajustes, sobre todo en materia ambiental y protección de derechos laborales.
Sin embargo, en una cosa tiene razón López: aún falta tiempo para que en Estados Unidos concluya el tema electoral. Donald Trump sigue adelante con sus pretensiones de llevar ante tribunales sus inconformidades, pese a que algunos de sus asesores, incluyendo a su yerno Jared Kushner, le han sugerido asumir el triunfo de Biden y darse una conclusión de mandato honrosa y elegante. Por supuesto que la respuesta ha sido un rotundo “no”. Siempre la necedad pesa más que la razón, si lo sabremos nosotros en estos tiempos en México.
Ya las voces de los corifeos de López se alzan en redes sociales diciendo que no le preocupa el triunfo de Biden, porque hace tiempo hasta una carta le dio (como si eso fuera suficiente) y que de seguro tienen puntos de coincidencia que los harán ser mejores “amiguis”. Esas mismas voces se alzaban rabiosamente señalando que Trump debía ser el vencedor. Ni como ayudarles.
Me parece que estamos en presencia del ocaso de los nacionalismos rabiosos y la vuelta a la razón, aunque se ve largo el camino.
Una cosa queda para que López la tenga presente, muy presente: si ves la presidencia de tu amigo cortar, pon la tuya a remojar.
@jchessal