Los puntos

Llevo tiempo dándole vueltas a las posibles vías para escapar de un desastre del actual sexenio gubernamental, pero nuestro locuaz presidente sólo ve la mala fe de adversarios ideológicos en cualquier sugerencia que se le hace en áreas que no conoce y nunca va a dominar. Veamos un poco de eso.

A los problemas que, aun con sus buenas intenciones, ha creado estos 18 meses del 15 de septiembre de 2018 al 15 de marzo de 2020, se agregan ahora las peores perspectivas y combinaciones imaginables: lo que han llamado “una tormenta perfecta”. El justificado reclamo feminista ha ganado atención por encima de sus ocurrencias personales.

Como tales, la marcha y el paro a favor de la equidad de género y en contra del feminicidio resultaron un gran éxito estos días de marzo, pero habrá que ver si marcan un parteaguas en la toma de conciencia para combatir con eficacia esos problemas tan graves como inaceptables. Eso sí, fracasaron los intentos gubernamentales de sabotear, desvirtuar y minimizar las expresiones ciudadanas.

Aquí las reacciones displicentes y nada brillantes del presidente no sugieren que todo esto vaya a ser fácil, pero se deberán multiplicar las presiones e iniciativas. Se tendrá que sostener e institucionalizar el ánimo y la argumentación de las demandas de mayor prioridad ante un gobierno insensible y una sociedad dividida.

Las mujeres traen nuevos vientos a México y habrán de prevalecer a mediano plazo, aunque sea sin la comprensión inicial de algunos niveles de gobierno. Ya veremos, más allá de desencuentros contraproducentes para todos.

Igual es lamentable que, frente a las amenazas del Coronavirus y la inestabilidad económica mundial, viene al caso lo que en 2018 le dijo el candidato Alberto Anaya al actual presidente: “Andrés Manuel, el problema no es que no entiendas inglés, es que no entiendes el mundo”. La clave sería cómo beneficiarse de la globalización, y, en los fenómenos más recientes, cómo defenderse mejor cuando se generan impactos tan negativos, aunque a él no le ayudan nada la ignorancia e inseguridad que se asocian a su mentalidad aldeana ante lo externo o global.

El presidente se hace tonto o lo es, viene a ser una pregunta frecuente en foros o redes sociales. Estos meses he tratado de no plantear escrutinios personales, si bien la respuesta aquí sería: ambas posibilidades pues es muy mañoso pero también tiene limitaciones, sobre todo al hablar tanto de muchos temas que no puede conocer. Su perfil sicológico de hombre de ideas fijas o inamovibles se ve confirmado en otros análisis con su carácter irritable, que intenta esconder detrás de sonrisas fingidas.

Para él su elevada popularidad equivale a la aprobación del pueblo mayoritario. Y ahora que todas las encuestas serias muestran ciertas disminuciones, se niega a aceptarlo y arguye que los ejercicios que antes le agradaban se volvieron fraudulentos (cuchareados).

No deja de caer en incongruencias en cuanto a su condición personal de liberal o anti-conservador, pues no es liberal en lo religioso o lo económico y tal vez tampoco en lo político. Acaso tendería a serlo en lo social, pero incluso aquí no resulta ni eficaz ni progresista al desconocer o rechazar el liberalismo económico en sus discursos. En los hechos ha sido sumamente (neo)liberal en la mayoría de los renglones de política fiscal, monetaria, comercial o financiera.

Sería mucho mayor la crisis económica que viene si no fuera por los blindajes neoliberales que se crearon y sostuvieron desde tiempos de Ernesto Zedillo y que esta semana han sido presumidos por López Obrador: Finanzas públicas sanas, fondos de emergencia, línea de crédito con el FMI, reservas internacionales, seguro catastrófico y coberturas cambiarias o petroleras. Ayer en la Convención Bancaria de Acapulco resonaron las palabras del líder Carlos Salazar: “Se pueden ganar elecciones sin los empresarios, pero no se puede gobernar sin ellos”.

Un aspecto revelador ha sido también su preocupación por la paridad del peso con respecto al dólar, lo que confirma que nunca entendió que la estabilidad de la moneda era efímera y sustentada en el gran diferencial entre las tasas de interés internas y externas.

En general, ha acreditado ser valiente (macho), obstinado (necio) y de formación conservadora (tradicional o provinciana), con lo que no nos debe sorprender que sea tan displicente ante los reclamos feministas y le parezcan suficientes las cuotas paritarias de oportunidades laborales en su equipo, sin entrar a otras cuestiones de fondo.

Con tantos problemas viejos y nuevos, su peculiar rifa luego del fracaso al no vender el avión presidencial ha tenido que pasar estos días a un segundo plano y poco a poco trata de revivirla (ahora habrá visitas guiadas al “faraónico” artefacto). Todo ello ha generado burlas internacionales pero él atribuye las críticas a que los conservadores quieren seguir robando y derrochando recursos.

Apoyos también le sobran y los más abyectos de Morena (lambiscones, los llama Porfirio Muñoz Ledo) le causan un enorme daño al país, ya sea en el Gabinete o desde el Congreso de la Unión. Resaltan los feligreses que, por oportunismo y sin ideología, le aceptan todo y nunca lo contradicen (al menos en público) de manera que inducen y avalan sus frecuentes errores.

Es alentador que pueda ir aprendiendo, pues en lo relativo al COVID-19 ha cambiado estos días su postura autoritaria de negaciones a una de aceptar simplemente “lo que señalen los médicos especialistas”, tanto en sus prevenciones personales como en las políticas públicas para enfrentar la pandemia, en acatamiento a los criterios de la OMS.

Y sería excelente que pudiera salvar su sexenio a partir de algo similar en el campo de la Economía, que según él “no tiene mucha ciencia” y la ha asumido en diversos casos con sus ideas o intuiciones personales y un rechazo a “las reformas estructurales que impusieron desde fuera”. Lo más negativo ha sido la pérdida de inversiones privadas que son fundamentales para el crecimiento (empleos) por las decisiones y estrategias infundadas, que generan una gran desconfianza.

La verdad, creo que serán cruciales las mujeres mexicanas y los inversionistas nacionales o extranjeros. Y, de hecho, a la larga los pobres que con políticas simplistas y erróneas tienden a perpetuarse e incluso a aumentar. Todo esto lo tendrá que aceptar él si no quiere sucumbir a la presión y la tristeza del fracaso y la enfermedad.

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