Más secuelas

Con todo, otra mala semana para el presidente y la economía mexicana. Lo peor es que, ante las noticias nada buenas que se dieron a conocer, las reacciones de AMLO fueron peculiares y contraproducentes. Esto, a su vez, ha provocado críticas severas y lapidarias al mandatario, que no contribuyen a la confianza necesaria para un mejor desempeño de nuestra economía.

Me queda claro que alguien puede ser muy ignorante y también muy astuto o mañoso, pero todo empeora si ese individuo resulta cínico, cobarde y ventajoso como para tratar de convertir un tropiezo explicable en algo que lo exime de responsabilidades y le permite atacar a quien quiera. A este taimado personaje le sobrarán otros datos y otros culpables.

En Economía, miren ustedes, las expectativas son muy importantes y es lógico que un presidente o sus responsables hacendarios no confirmen noticias o perspectivas nada alentadoras. Por ejemplo, un Secretario de Hacienda que supiera que es inevitable una devaluación de la moneda nacional en unos cuantos días, tendría que negarlo aunque su credibilidad y prestigio se hagan añicos cuando eso suceda. De no hacerlo así, generaría un mayor caos y facilitaría que algunos se aprovecharan del ajuste.

De tal manera, cabe entender que se guarden información e incluso simulen mejores perspectivas. En los comportamientos de los actores económicos (consumidores, productores, inversionistas,…) son fundamentales la sicología y sus percepciones, pero hay límites en eso de influirlas o modularlas ante circunstancias favorables o desfavorables.

Esta semana AMLO nos confirmó que es un buen anti-economista. El martes 30 señaló que la economía no se le puede dejar a los economistas ni la paz a los militares, ya que la política debe dominar. Y, sí, la (buena) política tiene que coordinar las áreas a partir del presidente, si bien no debería desdeñar a su antojo lo que dicen los especialistas médicos o de otras áreas.

Al día siguiente escandalizó con su festejo por el 0.1 de crecimiento económico en el segundo trimestre del año. Además, sin considerar que el primer semestre de su mandato ha sido el peor en los últimos 10 años, toma estos datos reales como “una apuesta” de los especialistas y los medios e incluso sostiene su vaticinio personal de 2% para 2019, aunque es muy probable que se ubique entre 0 y 0.5%. Al tiempo.

También resulta de cierta ternura la ingenuidad del presidente al insistir en que estos meses la solidez del peso frente al dólar nos muestra la confianza nacional e internacional en su gobierno y la economía mexicana, cuando en realidad eso obedece al atractivo de las altas tasas de interés que paga México en comparación con otros países. Dada la volatilidad de estas inversiones financieras, en determinado momento se pueden ir a otras latitudes de menores riesgos y mejores perspectivas.

En parte, AMLO se equivoca mucho porque habla mucho… horas y horas todos los días de la semana. Igual es, oigan, un presidente que se caracteriza por mentir en forma intencional con una frecuencia inusitada… Siempre lo ha hecho, pero ya rebasa lo usual para los políticos mexicanos… Ha mentido sobre su residencia en el Distrito Federal cuando fue Jefe de Gobierno, el supuesto fraude electoral que lo habría despojado de la presidencia en 2006, diversas promesas y acusaciones en su exitosa campaña del 2018 y casi diario en su nueva campaña mediática para mantener su popularidad y las bellas expectativas que lo adornan.

Es así un personaje que durante décadas ha hecho acusaciones muy graves… sin pruebas. En el afán de justificarse y cambiar el curso de las cosas, como en el referido caso del “fraude” nunca probado que ahora revive tal vez para distraer de las presiones por las tendencias tan negativas en la economía y la inseguridad.

Destacan aquí las reiteradas acusaciones de corrupción en el proyecto crucial del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, en el funcionamiento de las Estancias Infantiles a lo largo del país, en los órganos autónomos o independientes que deben actuar con imparcialidad para equilibrar y dar confianza… Pero, ojo, en ninguno de estos casos se ha comprobado nada de eso y se aprecian otras razones para cancelar los proyectos o apoderarse de esos programas y contrapesos.

Por lo demás no es tan bueno volver a cada rato al pasado, sobre todo a través de anécdotas. Un amigo, que fue echeverrista de adolescente, sintetiza ahora muy bien el perfil sicológico de AMLO: “Definitivamente está loco, vive en el siglo XIX y tiene todas las mañas del siglo XX; pensé que con Echeverría el país se había salvado de milagro, pero es inevitable un retroceso de al menos cuatro décadas en todos los órdenes”.

A pesar de sus buenas intenciones, si nos fijamos, el presidente puede generar una crisis económica que malogre con su gobierno.

* LA LIBERTAD ES MUY importante para cualquier sociedad y, al igual que con la Justicia, se ve enaltecida por unos u otros cuando les conviene o les resulta favorable. Sin embargo, es más favorecida en países democráticos y por élites empresariales.

Cada día hay más indicadores de que las libertades de opinión, expresión o manifestación se ven amenazadas por el actual gobierno. Esto me parece extremadamente grave.

Los medios, los periodistas y los analistas nos tenemos que portar “muy mal” frente al poder que exige sumisión y apoyo sin críticas o cuestionamientos: consigamos que, ante nuestra insatisfacción y las fallas evidentes, diversas objeciones y recomendaciones al gobierno se puedan continuar en aras de la libertad y, sobre todo, en bien del país. No olvidemos que los ciudadanos estamos para exigir.

* AÚN HAY CIUDADANOS O feligreses que tienden a ver con cierto respeto a AMLO, si bien se han vuelto demasiado frecuentes las descalificaciones a alguien que también abusa de ellas contra sus odiados “adversarios”. De manera creciente, los duros adjetivos van desde tonto o imbécil hasta mentiroso y cobarde, pasando por ignorante y resentido.

Habrá a quienes no les gusten estas duras formas, aunque en ciertos casos existen elementos detrás de tales palabras. A otros nos interesa más la precisión por cruda que sea, y mucho menos la filiación o corrección política y la elegancia sumisa o pretenciosa.

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