Yo pienso que los animales tienen alma, menos torcida y más inocente y clara que la nuestra. Algunos teólogos negarán eso, pues tienen la soberbia de los que se sienten intérpretes de Dios, pero el Señor es infinitamente bueno e infinitamente sabio, y si en nosotros los humanos puso un alma, con mayor razón la puso en sus otras criaturas, que la merecen más que nosotros.
Por los valles del Cielo, creo, caminan la jirafa, el elefante y el rinoceronte. Las fieras no necesitan serlo ya, y el leopardo y el león van al lado de la gacela y el antílope. Cada ángel tendrá un perro, y un gato cada arcángel, para no sentirse solos.
Con pena y sentimiento debo añadir que allá nos encontraremos también con los animalitos que nos han servido para nuestro alimento o para aliviar nuestros trabajos, y que nos habrán perdonado ya los abusos de nuestra humanidad.
En el Cielo estará el Terry, mi amado perro cocker.
Ah, y también estará ahí el buen Dios.
¡Hasta mañana!...