Mirador

Este amigo mío con el que bebo la copa -varias- los martes por la noche no cree en la existencia del demonio. Dice:

-Si Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar, no queda entonces sitio para el diablo. Imposible que haya dos fuerzas que luchan entre sí, igual que en las batallas de los hombres. No existe el mal, porque eso negaría la omnipresencia, la omnipotencia y el infinito amor de Dios. Lo que llamamos el mal es ausencia del bien. El Padre pone el bien en todos, y algunos de sus hijos lo rechazan. Si hay hombres malos -y malas mujeres también ¡ay!- es porque se han apartado del amor, que es la suprema manifestación del bien. A esa falta de amor hemos de temer, no a aquel demonio del cual los predicadores hablan para poner miedo en los creyentes y que busquen en ellos protección.

Yo me siento mareado, no sé si por las copas o por las palabras de mi amigo. Pienso, sin embargo, que Dios es demasiado grande para que se le oponga un rival. Quienes son malos -o malas- no es porque estén poseídos por el diablo. Es porque no se han dejado poseer por Dios. 

De nuevo me siento mareado, ahora no sé si por las copas o por mi pensamiento.

¡Hasta mañana!.