Mirador

¿Olvidaste ya, Terry, amado perro mío, la vez en que subimos a lo alto del alto monte llamado Coahuilón?

La fatiga del ascenso me hizo sentarme a descansar al pie de un roble. Ahí me quedé dormido. Algo me despertó de pronto. Eras tú, que me tirabas de la manga para hacerme recordar. En el rancho la palabra “recordar” significa todavía “despertar”, como en las Coplas de Manrique: “Recuerde el alma dormida.”.

Si no me hubieras despertado, Terry, la noche nos habría sorprendido en las alturas y ya no habríamos podido descender. Pero cumpliste bien tu misión de ángel de la guarda de este tonto que cometió la imprudencia de ir solo a la montaña.

Ahora me sigue tu recuerdo. Compadezco a quien no haya tenido en su vida un perro como tú. Me acerco ya a la última montaña. Cuando la suba, Terry, acompáñame. Dormiré, como aquella vez, pero ahora no podrás despertarme. Aun así estarás conmigo. Juntos  esperaremos la llegada de un nuevo amanecer.

¡Hasta mañana!...