Mirador

Según es bien sabido la fe mueve montañas.

Ojalá no mueva alguna, pues eso traería consigo trastornos muy considerables. En el lugar que ocupaba la montaña quedaría un enorme hueco difícil de llenar, y sería empresa ardua acomodarla en cualquier otro sitio.

La fe debe tomar en cuenta los inconvenientes de andar por ahí moviendo montañas. Por algo están donde están. La fe misma declara que Dios las puso en su lugar. Mover alguna es contrariar la infinita sabiduría del Señor.

¿Acaso la razón es más razonable que la fe? Nadie ha dicho jamás que la razón mueva montañas. Su prudencia es encomiable. La fe debería aprender de ella.

Las montañas de mi comarca están ahí desde hace mucho tiempo. Son parte del paisaje, que se alteraría notablemente si la fe moviera alguna.

Las montañas deben seguir en su lugar.

La fe también.

¡Hasta mañana!...