Este amigo mío con el que tomo la copa -varias- los martes en la noche encuentra profundas reflexiones en las profundidades de su vaso. Anoche me dijo:
-No le temo a la muerte. ¿Acaso le temí a la vida? Si nacemos para morir, quizá muramos para nacer. No sé qué me preocupa más: que haya algo después de la muerte o que no haya nada. Aquí entre nos, y ya que has bebido lo mismo que yo, te diré que prefiero la segunda opción. Por un lado, las mitologías no son nada tranquilizadoras en cuanto a lo que sigue después de la muerte; y por el otro, he vivido ya lo suficiente como para desear vivir una vez más.
Le pregunto:
-¿No crees entonces en el más allá?
Me responde:
-Tengo mis dudas. Y a veces también tengo mis dudas sobre el más acá.
Me agrada este amigo mío cuando está sobrio, pero más me agrada cuando no lo está.
¡Hasta mañana!...