Mirador

Atlaquetzalli.

Esa palabra náhuatl significa “agua preciosa”.

La usaban los antiguos mexicanos para nombrar al chocolate. 

Nuestros antepasados aborígenes lo bebían perfumado con vainilla, hojas de acuyo o pétalos de flores aromadas, y pensaban que quien lo tomara diariamente viviría luengos años y tendría muchos hijos.

Niño yo, el buen padre Secondo me oía en confesión -¿qué culpas podía confesar a los siete años?- y al verme tan pequeño y tan flaquito me decía:

-De penitencia te vas a tomar todos los días una taza de chocolate con dos piezas de pan de azúcar.

Sabrosa y cálida bebida es el chocolate. En estos días de frío lo tomo en el desayuno, y es como si me tomara el sol. En  “El mayordomo” de Oaxaca me compré un molinillo. Con él se le hace al chocolate una espuma que me lleva a evocar la suave cabellera de una mujer hermosa y cálida. 

Habrán de perdonarme si en este momento suspendo la escritura.

Es hora de mi chocolate. 

¡Hasta mañana!...