Variaciones opus 33 sobre el tema de Don Juan
Al hidalgo de Sevilla no se le dificulta evocar a su primer amor, pues tuvo varios.
Los recuerda a la hora del crepúsculo. En la tarde y en su vida es la hora del crepúsculo.
Aquella muchachita que le dijo: “Quiero ver a qué saben tus besos”.
Aquella otra que le permitió tocar sus senos recién florecidos.
La madura dama que, jovencísimo él, lo llevó a su lecho y ahí le enseñó en varias sesiones el alfabeto del amor sensual, desde la a hasta la zeta.
La bella mujer hermosamente morena que le dio a probar, ya en la ancianidad de cuerpo de Don Juan, las linfas de su manantial.
A la caída de la tarde no está triste Don Juan. Lo alegran los recuerdos de sus días, y más aún los recuerdos de sus noches.
Y no padece soledad. Lo acompañan los recuerdos de sus primeros amores, todos primeros, pues cada uno lo hizo sentir que ante no hubo otro.
¡Hasta mañana!...