¿Ni tanto que queme al santo?

A punto de dar por finalizado el puente Guadalupe-Reyes correspondiente a la temporada 2019-2020, se impone hacer un recuento de los buenos momentos que nos ha proporcionado. Por más que, a la par de estos buenos momentos, en algunos casos el puente haya tenido consecuencias no del todo positivas. Así, por ejemplo, al comer y beber un poco más allá de lo habitual, le dimos oportunidad a la báscula para que nos de lecturas también más allá de lo habitual. 

Por otro lado, si bien el puente Guadalupe-Reyes nos proporciona una buena oportunidad para subir de peso, también es cierto que el mal comer o el comer en exceso no es exclusivo de las fiestas de fin de año. Una evidencia de esto último nos lo da la epidemia de sobrepeso y obesidad que nos asuela y con respecto a la cual México ocupa un lugar destacado. En efecto, de acuerdo con la Secretaría de Salud, 73% de los mexicanos es obeso o tiene sobrepeso. El sobrepeso se define por un índice de Masa Corporal (IMC) entre 25 y 30, mientras que un IMC mayor a 30 define a la obesidad. Para tener una idea de lo que el IMC significa, a una persona de 1.75 metros de altura y 75 kilogramos de peso le corresponde un IMC de 24.5, cerca del límite superior del rango normal. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en 2014 el IMC promedio de la población de México era de 28.1.

La epidemia de obesidad y sobrepeso no se limita a México, por supuesto, sino que tiene alcance mundial. En efecto, según datos de la Organización Mundial de la Salud, 1,900 millones de adultos de 18 o más años tienen sobrepeso y de esos 650 millones son obesos. Traducidas a porcentajes, estas cifras significan que el 39% de la población adulta del mundo tiene sobrepeso y el 13% es obesa.   

Para subir de peso es, por supuesto, necesario tener a nuestra disposición alimentos -nutritivos o chatarra- para ingerir, y en este respecto no es sorprendente que los países del mundo con menores IMC sean precisamente países pobres de África como Eritrea, Etiopía y Burundi, con un IMC entre 20 y 21 -valores, sin embargo, dentro del rango considerado normal.

La epidemia mundial de obesidad tiene alarmados a los expertos por las consecuencias que tiene para la salud y ha sido motivo de múltiples estudios para encontrar las causas que la motivan y buscar acotarla. En este respecto, el pasado mes de octubre, un grupo de investigadores de universidades en los Estados Unidos, publicó un artículo en la revista “Nature Communications”, en el que reportan la identificación de un circuito cerebral entre el hipotálamo y el hipocampo que influye en el consumo impulsivo de alimentos. El grupo de investigadores fue encabezado por Emily Noble de la Universidad de California del Sur. 

Como apuntan Noble y colaboradores, la impulsividad, o sea la respuesta impulsiva sin considerar las consecuencias de una acción, ha sido ligada al consumo excesivo de alimentos, al sobrepeso y la obesidad, y a varios desórdenes siquiátricos, incluyendo la drogadicción y una afición excesiva a los juegos de azar. En su estudio, los investigadores se propusieron determinar la influencia que la producción de una hormona en el hipotálamo tiene sobre el comportamiento impulsivo de ratas de laboratorio en cuanto al consumo de alimentos. 

Para este propósito, Noble y colaboradores entrenaron ratas para que presionaran una palanca y con esto obtuvieran una pastilla rica en grasa y azúcar. Los animales fueron entrenados -sin restricción de alimentos- para que esperaran 20 segundos antes de presionar la palanca y recibir la recompensa. Si la rata presionaba la palanca antes de trascurrir 20 segundo no obtenía la pastilla y el reloj se reiniciaba para otros 20 segundos de espera.   

Una vez entrenadas las ratas participantes en el experimento, los investigadores estimularon la producción de la hormona concentradora de melanina en su cerebro estableciendo un circuito neuronal entre el hipotálamo y el hipocampo. Este último, se sabe, es un área del cerebro que está relacionada con el aprendizaje y la memoria. Noble y colaboradores encontraron que al estimular la producción de la hormona se incrementó la frecuencia con la que las ratas activaban la palanca antes de los 20 segundos. Con esto las ratas no incrementaron la cantidad de alimento obtenido y por tanto la eficiencia de sus intentos fue menor, lo que indica un incremento en el comportamiento impulsivo.

Concluyen Noble y colaboradores que a partir de su investigación han identificado un circuito neuronal entre el hipotálamo y el hipocampo que gobierna el comportamiento impulsivo del consumo de alimentos y que esto podría llevar al desarrollo de terapias para controlar la ingesta excesiva de comida y por tanto atajar la epidemia mundial de obesidad. 

De ser este el caso, podríamos quizá disfrutar de futuros puentes Guadalupe-Reyes sin preocupaciones y sin necesidad de hacer firmes propósitos de someternos a una dieta estricta a partir del 7 de enero -exceptuando, por supuesto, el día de la Candelaria-. Aunque también es posible que, con el circuito neuronal hipotálamo-hipocampo bajo control, las fiestas de fin de año no vuelvan a ser las mismas.