“No me lo desniegue”

Aunque soy tan pollo,

tengo más plumas que un gallo

M.M. Cantinflas

En mil novecientos treinta y tres se instituye en la Constitución Mexicana la no reelección de senadores y diputados, integrándose a la noción de la no reelección del poder ejecutivo que se instituyó en la Constitución de 1917 y adquiere condición sine qua non de la “democracia” en México a través de la institucional frase: “sufragio efectivo, no reelección”.

Algunos teóricos e historiadores del desarrollo de la política en nuestro país señalan que esta medida de no reelección se encaminó a contrarrestar la fuerza de los cacicazgos regionales frente al poder central del gobierno federal. Esto es, a subordinar el poder legítimo y legal de la representación política a la voluntad del poder central construido entorno al poder ejecutivo.

Muchas reformas al sistema para elegir al poder se han instituido en México, como cita Victor Reynoso (2017); desde 1917 hasta 1988 las reformas fueron otorgadas desde el poder hegemónico identificado con el priismo y, a partir de las reformas de 1989, fueron negociadas entre partidos representados en el Congreso terminando con la hegemonía política construida desde 1917.

Con el triunfo de Morena y sus aliados (PT y Verde Ecologista) en las elecciones del poder ejecutivo en 2018, las intermedias de 2022 y las más recientes de 2024, el país pareciera encaminarse hacia un nuevo estadio de hegemonía política, sin embargo, a diferencia de la otrora hegemonía de partido basado en sectores, hoy tenemos una hegemonía aleatoria, cuya naturaleza es la contradicción misma, ya que está basada en alianzas. Es decir, en negociaciones entre entidades políticas independientes sin una relación vertical.

Dicho en forma específica, la alianza entre el verde ecologista y morena es aleatoria (casual) porque en la coyuntura política nacional de 2018, la suma de coberturas entre ambas entidades políticas reflejaba el resultado electoral necesario para hacerse del poder ejecutivo.

A diferencia de la alianza entre el PT y Morena que tiene más similitudes ideológicas (por lo menos en sus postulados), el Verde Ecologista se ha conducido en forma pragmática para aliarse con priistas, panistas o competir sin alianzas, dependiendo de las ofertas de poder político en las diferentes entidades del país en cada elección.

En el tablero del ajedrez político, desde el actual poder ejecutivo se promuevió la iniciativa que instauró la Ley contra el nepotismo, cuya similitud a la reforma de 1933, tiene como propósito contrarrestar los cacicazgos regionales y, al mismo tiempo, a una ala obradorista al interior del partido en el poder.

La diferencia entre la ley que prohibía la reelección de diputados y senadores en 1933 que permitió la concentración del poder en el ejecutivo federal, la actual reforma contra el nepotismo no obliga a los partidos políticos en general para la siguiente elección intermedia, sino hasta las elecciones de 2030, con lo cual, los partidos aliados se excluyen legalmente del movimiento político que desde el poder ejecutivo se planteó; conservando así la necesaria negociación política de los líderes regionales de los partidos frente al grupo en el poder que pareciera proponerse una nueva hegemonía institucional.

Dicho en forma precisa, en tanto que, la reforma contra el nepotismo no estará vigente en las siguientes elecciones, la voluntad política del partido en el poder para cada entidad federativa deberá ser negociada con cada líder en su territorio. En el caso de nuestra entidad, con el pollismo (ala del gallardismo y no el gallardismo mismo)

Así pues, parafraseando aquella canción de “el amor está en el aire”, podemos afirmar que la hegemonía está en el aire. 

Tan es así que, no por nada, los escarceos políticos y/o amorosos entre los comités morenistas y gallardistas muestran tintes melodramáticos en cada visita a nuestra entidad de la Dra. Sheinbaum. No me lo desnieguen, diría Don Mario Moreno.  

joseramonuhm@hotmail.com