Ocurrencias

Con las palabras de la noche me da por escribir las cosas de una realidad que necesita nuevos calificativos. Mis escritos nostálgicos no llevan la añoranza de lo que fue o de lo que no llegó a ser. Más bien intentar acariciar la ilusión de lo que nos ha hecho vivir y alegrarnos de estar con vida, en este mundo y su planeta.

En ese mismo aire en el que coincidimos y transitamos a diario, encontramos invitaciones e indicios que nos animan a continuar nuestra excursión por esta Tierra maravillosa, llena de colores, sonidos y aromas que nos llevan a pasados reconfortantes y memorias imperdibles en las que el eco melancólico de todo tiempo pasado, desparece al escuchar el ritmo de la actualidad y la señal de nuevas circunstancias.

Algunos hemos dejado pasar la ansiedad que imperaba antes del 2 de junio. Hemos mantenido la serenidad ante la contundencia de los hechos, pero no sin preguntarnos cómo enfrentaremos los retos que este México “en 5ª. Deconstrucción”, nos reflejará en nuestra cotidianidad. Y si bien la burbuja de la minoría de oposición puede estar desmoralizada, quedan muchas almas intentando equilibrar las fuerzas totalitarias que habrá en las cámaras y sus legislaturas.

Si “para todo mal, mezcal”, hay que procurar los espacios que nos alejen temporalmente y nos den la perspectiva de los escenarios que seguirán configurándose en paralelo a las últimas disposiciones que el inquilino -del antes Museo y Palacio- determine antes de pasar tras bambalinas, desde donde no sabemos cómo se comportará e influirá en la nueva mandataria.

Por ello, recurro a las palabras y a las “no palabras”, a los silencios que aprovechan para vaciar y renovar las ideas y los ideales. Es un hecho que la vida cotidiana es incierta y que los cambios no elegidos no hacen sentir un grado de amenaza e incertidumbre, porque en algún momento, las certezas que pudiéramos obtener pueden ser efímeras y enredadas como los huracanes, sus vientos y su velocidad, sabiamente medida en nudos por los marinos.

Vendrá un relevo para continuar con el plan de metamorfosis de un país que se cansó y tomó la decisión que creyó “menos peor o más mejor” y los pocos nos habremos de adaptar al cambio que ello traiga pero sin renunciar a las libertades conquistadas por revolucionarios, liberales o conservadores, cada uno en su turno. 

Se me ocurre que podemos elaborar una bitácora del futuro deseado, que pueda indicarnos la ruta ideal para llegar a él, sin la melancolía del tiempo pasado y con el entusiasmo del momento presente, con palabras hechas entre los cuatro elementos.

Otro antídoto que funciona es estar cerca de los niños y lo que llamamos sus ocurrencias. Son ésas las que nos dan el verdadero pulso de la vida y la humanidad.