Oh, querido amigo, poeta del humo,
rey de los mundos donde el tiempo es un rumor.
Con tu mirada perdida y tu risa sincera,
eres el trovador de los sueños sin reloj.
Guardas tu cetro: ese cilindro fragante,
que enciendes cual ritual bajo un sol que te guiña.
“Es medicina”, proclamas solemne,
mientras las papas fritas son tu obra maestra divina.
Eres filósofo en tu nube dorada,
con teorías profundas que rozan lo absurdo:
“¿Y si el universo es solo un bong gigante?”,
preguntas mientras ríes, seguro de tu punto.
Amigo del snack, devoto del sofá,
con tu playlist de reggae y miradas al más allá.
Tu reino es la calma, tu corona, el relajo,
y los demás, tus súbditos, se une nalegres al desparpajo.
Pero escucha, buen amigo, desde esta ventana,
hay quienes vivimos con aire que no emana.
Que no buscan en el humo un abrazo liviano,
sino el derecho simple de un espacio sano.
¿Acaso perdimos nuestra sala, nuestro techo,
al humo que viaja sin pedirnos permiso?
Que el verano o el invierno nos encierran a piedra y lodo,
protegiendo migrañas que nos atan al piso.
No te pedimos que apagues tu chispa,
ni que cambies tu esencia, ni tu risa infinita.
Solo pedimos un pacto de respeto y de calma,
que tus humos no crucen la frontera del alma.
Piensa, amigo, si tu libertad tan amada
puede coexistir con la nuestra, anhelada.
Porque queremos reír contigo, como siempre,
pero con aire limpio y mentes conscientes.