Ojo al Del Prado

Heredé el gusto por los museos y todo lo que tienen dentro de mi padre. De mi madre, en cambio, aprendí a mirar las obras de arte con un toque de irreverencia, sobre todo la pintura de la Edad Media. Esa pintura que refleja las dificultades que tenían algunos artistas para elegir a sus modelos o para conseguir la proporción, la dimensión y la perspectiva adecuadas: pinturas planas, sin profundidad ni sombras, con figuras estilizadas y casi siempre en un entorno religioso lleno de simbolismo, donde lo importante era el mensaje más que la belleza.

Para mí, el mundo de la pintura es un universo enorme —perdón por la redundancia—. Y dentro de ese universo hay un microcosmos para todos los gustos y momentos. Aunque en museos tan grandes como el Del Prado o el Louvre conviene ir con estrategia para no agotarse durante el día cultural o turístico, a mí me encanta perderme sin rumbo en sus salas y descubrir lo que esconden las menos conocidas o las dedicadas a los grandes maestros.

Mi “algoritmo natural” siempre me lleva a lugares donde se habla de arte y artistas, ya sean pintores, ceramistas, arquitectos o muralistas. Así que, queriendo recordar una obra del Prado, entré a su página web y, después de recorrer sus galerías virtuales, por fin la encontré.

Se trata de “La familia de Carlos IV”, una obra de Francisco de Goya terminada en el año 1800. La volví a recordar para recomendarle a un turista que no se la perdiera, que se tomara su tiempo frente a ella porque, aunque los catorce personajes que aparecen no son especialmente atractivos, la pieza atrapa no solo la mirada, sino que parece transportarte no solo a la época, sino también al momento en que el artista capturó el espíritu de cada uno. Nada menos que la familia real.

La ficha electrónica dice que esta pintura “perteneció a la magnífica serie de retratos reales que Goya empezó en septiembre de 1799, justo antes del Consulado de Napoleón, que al principio prometía pacificar una década tumultuosa. Del primer retrato, ‘La reina María Luisa con mantilla’, surgió el nombramiento de Goya como primer pintor de cámara, que era el máximo reconocimiento para un artista en la carrera oficial.” Es un óleo sobre lienzo monumental, mide 280 x 336 cm.

Sobre la historia de su realización, la ficha añade que “Goya colocó a los catorce personajes en un interior austero, sin alfombras, decorado solo con dos grandes pinturas cortadas en sus bordes laterales y superior. Esta obra se basa, como se ha dicho muchas veces, en la famosa ‘Familia de Felipe IV’ de Velázquez, conocida desde el siglo XIX como ‘Las meninas’, pintada en 1656.”

Un dato curioso es que Goya incluyó en la pintura a sí mismo, justo al fondo, como observador de la escena, lo que añade un toque de autorreflexión y un guiño sobre su papel en la corte.

El resto de la descripción nos cuenta un poco del contexto histórico y político que vivía España en ese tiempo.

Pero aunque no sepas mucho de historia o arte, esta pintura te atrapa. Te hace olvidar todo y te invita a mirar con calma cada detalle: las expresiones, las joyas, la moda, los gestos de las manos, las miradas cruzadas, la textura de las telas, las pelucas...

Me recuerda a otra obra grandiosa, “El entierro del conde de Orgaz”, para la cual las bancas que ponen para admirarla están más que justificadas.

Les dejo el link para que la vean y me cuenten qué les parece, porque a mí, más que gustarme, me dejó maravillada. Si van a Madrid, echen un ojo al Del Prado yno se la pierdan;  después me cuentan qué sintieron frente a ella.

Link: https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-familia-de-carlos-iv/f47898fc-aa1c-48f6-a779-71759e417e74?searchid=a798bb0f-8945-4508-f063-1a12a5c37702

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