Mis cuatro lectores saben que me he fijado la modesta misión de orientar a la República. Por desgracia la respetable dama casi nunca hace caso de mis admoniciones, lo cual explica, al menos parcialmente, el lamentable estado en que hoy por hoy se encuentra la Nación, con Morena al alza y el país a la baja. Dedicaré mi esfuerzo entonces, este día, a orientar a un ente bastante más modesto: el PRI. Le diré que si entra en cualquier forma de entendimiento, alianza o concertación con López Obrador perderá el ya de por sí escaso capital político que todavía conserva; los ya muy desdibujados colores del partido tricolor quedarán más desdibujados aún, y dejará de ser opción para no pocos mexicanos que pese a todo le siguen siendo fieles. No obstante las cuantiosas pérdidas políticas del PRI, maguer haya dejado de tener la fuerza que antes tuvo, el partido sigue siendo una organización política con tradición y estructura. Debe por tanto mantener su integridad y no volverse mercancía en venta, como el Verde y otros venales partidejos, y no inclinarse para que por sus espaldas trepe López Obrador. Lo digo porque el dirigente nacional priista ha dado la impresión de que está dispuesto a vender el alma del PRI al diablo. Una cosa son las alianzas políticas, los acuerdos y negociaciones de coyuntura, y otra muy diferente es prestarse a colaborar a labrar la ruina del país, a ayudar en la trama de las ilegalidades en que con frecuencia incurre el caudillo de la 4T, y a coadyuvar con un gobierno que está actuando con daño par México y que muestra claras tendencias dictatoriales. Eso no sólo denigraría al PRI, también lo haría bajar aún más en la opinión de muchos ciudadanos, e incluso, en caso extremo, propiciar la ruina total que algunos anuncian para el partido... Con esa última declaración altitonante doy por terminada la orientación que hoy me propuse hacer al PRI. Sólo me falta, para dejarla bien cumplida, consultar en el diccionario la palabra “maguer”, la cual usé sin conocer su significado, sino solamente porque sonaba bien. Veamos. “Maguer: aunque”. Por ejemplo: maguer la señorita Solia andaba ya en la cincuentena no había oído todavía un “te quiero”. Cierta noche la visitó en su casa don Ligardo, quien le llevó de regalo una charamusca en forma de momia que había comprado para ella en la ciudad de Guanajuato. La señorita Solia, a fin de corresponder al delicado obsequio, le ofreció al señor una copita de rosoli y unas empanaditas de cerveza. Abrigaba también la secreta intención de ver si con esa combinación alcohólica su visitante se animaba por fin a animarse. No sucedió así. El provecto señor se la pasó hablando de cine: Pola Negri y Rodolfo Valentino; de box: Jack Dempsey y Luis Ángel Firpo, y de música: “Los millones de Arlequín” y “Musmé”. Cansada de esas nostálgicas evocaciones la señorita Solia le dijo a don Ligardo: “Juguemos ahora a las escondidillas, querido amigo. Yo me esconderé, y después de contar hasta 10 usted me buscará. Si me encuentra tendrá derecho a darme un beso mordelón. Si no me encuentra, estoy atrás de las cortinas de la sala”... Don Poseidón, el padre de Glafira, recibió al novio de la muchacha y le preguntó, severo: “Dígame, joven: sus intenciones hacia mi hija ¿son buenas o malas?”. El mozalbete se alegró: “¡Ah! ¿Puedo escoger?”... Un tipo le confió a su amigo: “Me disgusta mucho una costumbre de mi esposa: acostumbra fumar mientras hacemos el amor”. Respondió el otro: “Me extraña que eso no te guste. Muchos hombres encuentran sensual que su pareja fume durante el acto”. “Sí -admitió el tipo-. Pero mi señora me pone el cenicero en las pompas”. FIN.