En Morena tienen problemas. Su proceso terminó mal. Se quebró la unidad. Se evidenció la falta de carisma y arrastre de sus candidatos y candidata. Se expuso el abuso en el desvío de recursos públicos.
Las mediciones demuestran algo: Claudia Sheinbaum no subió un solo punto en su intención de voto. No ha llegado a su tope, pero está cerca. La exjefa de gobierno está 7 puntos por debajo de la intención de voto de su partido (Reforma). En teoría, esa brecha debería llenarse. Pero la teoría cruje cuando tras tres meses de campaña el estancamiento se hizo crónico.
El experimento de las corcholatas fue un fracaso.
Se vale. Lo que no se vale es no corregir rápido. El empecinamiento no es bueno en política.
Por lo pronto, Marcelo Ebrard se ha convertido en un dolor de cabeza. Ya impugnó ente la comisión de Honor (sic) y Justicia (resic) de Morena. Sabe que no logrará nada. Adolece de muchos defectos, no de ingenuo.
Ebrard está abriendo dos rutas de problemas. Una legal y otra política.
La legal concluirá en el TEPJF. La terrible relación del presidente con el Poder Judicial puede tomar un derrotero grave para el oficialismo. Si el Tribunal ordena reponer el procedimiento, el partido caerá en un caos y el afán de venganza contra jueces será de antología.
Pero, en paralelo, el excanciller anunció el arranque de un nuevo periplo nacional. Se puede anticipar que ahí denunciará el mugrero. ¿Qué tanto daño hará? No lo sabemos. Una piedra en el zapato de una mala candidata no es buena noticia. ¿Recuerda a Elba Esther acosando a Madrazo? Yo también.
Hay otra corcholata que luce incómoda y destemplada: Ricardo Monreal, quien, pase a registrar un lamentable 6% de intención de voto, se inscribió ya para ser candidato a la Jefatura de Gobierno. No pienso que tenga posibilidad alguna de ser nominado. ¿Importa? Pues parece que sí. Lo acusan de haber sido factor de la derrota del 21 en la capital. Vacó, entonces, no está.
Además, la especie de que Adán Augusto López podría arribar, bien a la dirigencia del partido o bien a la Coordinación de Campaña, no parece una decisión sabia. Darle los bártulos de la campaña presidencial a quien no obtuvo más de 10% de la intención de voto tras cientos de millones gastados parece una apuesta perdedora.
Falta, además, lo peor.
Lo que estamos viendo se repetirá en miles de cargos. No hay que olvidarlo: se disputarán más de 20 mil, incluidas 9 gubernaturas. No viene un día de campo. El Frente Amplio por México está creciendo en grandes padrones y en zonas de amplia densidad urbana. El único factor que unía a la gelatina de intereses de Morena era el presidente cuyo ciclo ha entrado a la baja. Las promesas, presiones o chantajes no alcanzarán para frenar la inconformidad.
Por último, dos temas seguirán golpeando de frente la competitividad de Morena. Por un lado, la violencia desbordada que engulle a regiones completas. La geografía del horror cotidiano es cada vez más vasta. El otro es el agobiante problema de salud. Seguir apostando a desinflar a la Secretaría de Salud para empezar un experimento en el IMSS es tardío e insensato. La gente resiente lo que ocurre. En su vida y en su bolsillo.
No serán meses fáciles para la continuidad. El sexenio se acaba. Dio lo que podía.
Apostarle todo a una elección de estado es una apuesta a que el país reviente.
Y puede ocurrir.