No es necesario recordar que el viernes de la semana pasada ocurrió el violento ataque al edificio del Congreso del Estado, un suceso que difícilmente podrá ser olvidado. No sólo será recordado por el hecho en sí, sino por todo lo que hubo en su entorno, principalmente el omiso actuar de las autoridades estatales y municipales, y la posterior represión estatal sobre algunos manifestantes que quedaban en el lugar y la fabricación de culpables, entre algunos de los detenidos.
Después ocurridos de los condenables sucesos (todos en conjunto), apareció como ángel vengador con su espada flamígera desenvainada, el diputado Rolando el rabioso, primero exigiendo todo el peso de la ley sobre aquellos que “pisotearon la dignidad de las y los potosinos”, y “atentaron contra los símbolos patrios, el busto de Ponciano Arriaga y el recinto legislativo, el cual no es la casa de las y los diputados, sino un símbolo de la sociedad y del régimen democrático en el que vivimos”; y luego –como plañidera de rancho– gimotear por “el daño cívico y moral”.
Risible, sin embargo, resulta todo lo que piense, diga y haga este espécimen curulero de pocas luces y corto entendimiento, sus peroratas resultan más deprimentes que aquellas pronunciadas en la década de los cuarenta, en cualquier escuela rural, durante el Día de la Raza. Como si esto fuera poco, el sainete de indignación lo remata exigiendo juicio político contra el juez que decidió no mantener la prisión preventiva contra los jóvenes acusados del ataque al Congreso, los cuales –según expresó en sus redes sociales–: “…esperamos que paguen por todos los destrozos ocasionados.”
Hay varios puntos cuestionables en las declaraciones del legislador panista, pero sobre todo sorprende, que más que reprochar a las autoridades por su actuar, o de proponer un extrañamiento al secretario General de Gobierno, o al inútil secretario de Seguridad Pública, se rasgue las vestiduras fariseicamente por el daño a lo simbólico, a lo intangible. Así, incapaz de enfrentar al ejecutivo, se lamenta por elefantes rosas, y arremete contra presuntos culpables y su juzgador. Por cierto, resulta curioso que un diputado pida que la ley se aplique a modo de cobro, y no de sanción.
Si el señor fuera un ser pensante, y hoy queda claro que no lo es, comprendería que le viene mejor guardar silencio, ¿acaso no se dará cuenta que toda su gestión como legislador ha estado llena de indignidades y de agravios al pueblo potosino?, ¿pensará que se ignoran sus sociedades y corruptelas en materia de obra pública? Aquí no se habla de lo simbólico, sino lo real.
Además, ¿qué calidad moral puede tener este abyecto personaje –émulo de la Tlazoltéotl–que se ha convertido en el acomodador (nota necesaria: cuando escribo “acomodador” me refiero a quien acomoda laboralmente en el Congreso a los recomendados), ejecutor y personero, de Juan Francisco Aguilar, presidente estatal del PAN? Decídalo usted, porque viene lo bueno.
En el transcurso de la semana el secretario general del PAN, Héctor Larios, se ocupó de señalar al señoritingo Xavier Nava, como una especie de esperanza blanca para alcanzar la gubernatura del estado. Esto, enardeció a los panistas potosinos, quienes consideraron que sólo los panistas potosinos pueden opinar y decidir sobre el destino del panismo en estas tierras.
Resultado de lo anterior, y seguramente después de consultarlo con el titiritero Azuara, la marioneta que dice y piensa que dirige al panismo local, decidió –seguro después que se lo ordenaron– convocar al Comité Estatal para que su Comisión Permanente dirigiera un extrañamiento al metiche Larios. Pese al panismo rastrero, hubo, una voz disidente que se negó después de argumentar razonamientos de peso ideológico, a votar a favor del extrañamiento, la licenciada Lidia Argüello Acosta, panista de cepa, y consejera vitalicia de ese partido.
Indignado por la discrepancia ideológica de su correligionaria, y seguro invadido por el miedo frente al disgusto que esto podía ocasionarle a Azuara, giró instrucciones para que se solicitara la renuncia de la licenciada Argüello a la dirección del Instituto de Estudios Parlamentarios del Congreso del Estado, donde se desempeñaba laboralmente. La encomienda recayó en Rolando Hervert, quien a semejanza de los cavernarios del cedillista Rutilo Alamilla, expedito, servil, y sin voluntad propia, diligente la fue a solicitar.
Por lo que se aprecia, los puestos repartidos en el Congreso del Estado, se definen por componendas y enjuagues entre los partidos políticos, y no por la capacidad de sus ocupantes; pero de cualquier forma es indiscutible que la disensión interna en un partido político, no conllevaría a un cese laboral dentro de una soberanía como lo es el Congreso.
A semejanza de la época del terror, en una tarde y por expresar una idea contraria a los fariseos del panismo, Argüello, quien se ha desempeñado como delegada de Gobernación en el sexenio de Felipe Calderón, asesora del Congreso del Estado, representante de su partido ante el CEEPAC, consejera nacional, y estatal vitalicia, fue presionada por Rolando Hervert, para renunciar al puesto. Así se trata en el PAN potosino, a una mujer con años de militancia, pisoteando su dignidad y sus derechos; ejerciendo contra ella la represión mediante el terrorismo oficial.
En síntesis y sin detalle, éste es Rolando Hervert, quien pide respeto a las instituciones mientras las ensucia con el fango en el que se revuelca.
Nadie dice algo; las feministas panistas guardan silencio.
Gracias por la lectura; cuídense del panismo jacobino.