Cuando los poderes
ejecutivo y legislativo están
unidos en un mismo cuerpo, no puede haber libertad.- Montesquieu
¿Qué clase de sistema político debe tener un país, una nación que se llame civilizada, para que lleguen a algunos de los puestos de poder político más encumbrados, individuos de la calaña de un Miguel Barbosa, gobernador de Puebla, un Javier Duarte, ex gobernador de Veracruz, o César Duarte, ex de Chihuahua, o Manuel Barttlet, o un Napoleón Gómez Urrutia, prófugo de la justicia hasta hace poco y hoy senador de la República? Por solo citar a algunos. O un presidente de la república como AMLO, que no ha cumplido ninguna de sus ofertas de campaña y en cambio, está destruyendo al país en una terrible crisis económica y de confianza (aun antes de la pandemia), con múltiples y torpes medidas que ahuyentan la inversión, la creación de nuevos puestos de trabajo y reducen para este 2020, a -4.5% (crecimiento negativo) la proyección de la tasa de crecimiento del PIB, indicador resultante de la creación de riqueza y fuentes de empleo debidamente remunerado.
Hoy en día, los mexicanos tenemos el deber de preguntarnos cual es nuestro papel, para ayudar a salvar al país, a nuestro querido México, de las garras de una nueva dictadura, que aun cuando con diferente color y emblema, es un refrito de la que impuso a México casi todo el siglo pasado el partido de estado llamado PRI, hoy con el nuevo nombre Morena, que conserva los vicios del pasado, pero con el daño adicional de la ideología neocomunista, que acaba con todas las libertades y empobrece más a los mexicanos, como se ha demostrado hasta el cansancio en países de corte totalitario y populista, cuyos pueblos se debaten en la pobreza, en la estrechez permanente y en la opresión, cancelando las libertades esenciales de los seres humanos.
Hemos escuchado decir más de una vez, que “la política es muy sucia”, para a añadir en seguida “Yo por eso no me meto a la política”, frases que hacen sentir a quien lo dice, que no es un corrupto, que es una persona decente. No obstante, algunas veces, esa persona que “no se mete a la política”, no tiene mayor reparo en ofrecer una mordida al agente de tránsito o al burócrata, para “Ayudar a que lo ayude”, es decir, a librar una infracción por manejar en estado etílico o para agilizar un trámite burocrático, a cambio de una dádiva económica. Esta persona que a pesar de ello, probablemente es un buen ciudadano, una persona de bien, que trabaja para mantener decorosamente a su familia y goza del aprecio social, en ocasiones las circunstancias lo hacen participar en pequeños actos de corrupción, y parece no darse cuenta de que cuando los ciudadanos nos abstenemos de participar en política, dejamos el campo libre a quienes no tienen escrúpulos ni un modo honesto de vivir y andan a la caza de un puesto chico, o grande, el que sea, con tal de cumplir el rito de que “No pido que me den, sino que me pongan donde haya”.
La política por sí sola, no es buena ni es mala, depende de la calidad de personas que la practiquen, por eso es tarea de todo mexicano bien nacido, de todos los que sienten un profundo y sincero amor a México y a sus compatriotas. Solo así cerraremos el paso a la codicia, a la prevaricación, al abuso y a las enfermizas ambiciones de poder y de dinero. Antes, no.
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