Pocas cosas hacen tanto daño a la democracia, como el engaño a la población. No sorprende el uso que frecuentemente se le da al engaño para conseguir ciertos fines políticos. En todo caso, indigna la burda obscenidad con la que el engaño es empleado para manipular a la misma población que se dice beneficiar, intentando incidir en la manera en que se perciben las cosas.
Las percepciones son asuntos caprichosos. Las personas nos formamos opiniones de acuerdo a lo que nuestro juicio nos parece razonable desde un conjunto de hechos, datos, información y supuestos. Todo esto se vincula con nuestros valores e/o intereses y de ahí, lo que ocurre es asumir una postura: Sí, no, a favor, en contra, voto, apoyo, demando, exijo, apruebo, desapruebo, está bien, está mal, compro, pago, protesto. Así funcionamos.
Hay un conceptillo que se llama “Sesgo de confirmación” que de alguna manera explica cómo nos comportamos las personas al formar nuestras propias ideas. En términos generales, el Sesgo de Confirmación explica que a menudo las personas prestamos atención de forma selectiva a la información, noticias, medios, discursos, personajes, que defienden nuestras ideas, y a la vez ignoramos a aquella parte de la información que no comulga con nuestra manera de pensar. Es por ello es más probable que acudamos frecuentemente a ciertas fuentes de información y opinión cuando éstas respaldan nuestras opiniones previas.
Por ejemplo, si Usted tiene una opinión favorable del Presidente de la República, es probable que de manera inconsciente acuda a ciertos medios, discursos y opinadores que de alguna manera confirmen el buen concepto que Usted tiene formado sobre el Presidente. O de manera opuesta, si Usted no comulga con las ideas del Presidente, entonces acudirá a medios, discursos y opinadores que afirmarán las ideas que ya se había formado previamente. Es sesgo de confirmación, es normal y lo hacemos para no entrar en conflicto con nosotros mismos.
Por sí mismo, el Sesgo de Confirmación no constituye el fracaso de la objetividad, pero tiene varios riesgos. Entre los más importantes destaca la falta de criterio, el prejuicio, la negación de la verdad objetiva e incontrovertible y el juicio erróneo sobre las personas. Lo que preocupa de todo esto es que puede haber sistemas de interés que, sabiendo que existe el Sesgo de Confirmación, manipulen deliberadamente la información para incidir en las percepciones de las personas y cosechar ciertos objetivos políticos: opiniones favorables/desfavorables, popularidad, votos, convertir a las personas en partisanos, y un largo etcétera.
Uno de mis ejercicios favoritos para verificar la existencia de la manipulación de información y el aprovechamiento de los sesgos de información, es echar vistazos a algunas discusiones en redes sociales. Algunas manipulaciones son tan burdas, que no sorprende por qué Umberto Eco opinaba que Twitter daba el derecho de palabra a legiones de imbéciles. No suscribo la vehemencia de su afirmación, pero a veces comprendo por qué lo dijo de esa forma.
Otra de las facetas del engaño es el adoctrinamiento, que suele tener como propósito incidir en el núcleo profundo de valores, intereses y creencias de las personas, porque de ahí se formarán un criterio para tomar decisiones. Es por ello que resulta tan importante –y apetitoso- para ciertos grupos de interés, el emprender acciones de adoctrinamiento que les permitan cosechar voluntades de mediano y largo plazo. Lo hemos visto en todas partes, a cada momento de nuestra historia. Política, religión, negocios. En todos lados.
Insisto. No sorprende que un grupo de interés intente emplear los medios que tiene disponibles para incidir en las percepciones de la gente –por medio de la manipulación- o en sus valores, intereses y creencias –a través del adoctrinamiento-. Es el Problema de Orwell –sí, el de el Gran Hermano, 1984 y Rebelión en la Granja-, denominado así por Noam Chomsky –ese otro ausente en las aulas universitarias y las mesas de café-. El problema de Orwell cuestiona por qué la sociedad sabe tan poco teniendo tantas evidencias frente a sus ojos. Chomsky decía que eso era propiciado factores que bloquean nuestro propio entendimiento, propiciados muchas veces, por sistemas totalitarios que buscan beneficiarse del pobre entendimiento que la sociedad puede tener, sobre todo lo que le rodea.
Ahora que está de moda vaticinar nuevas normalidades, le propongo ésta. Pensemos en una democracia que privilegie a la verdad por sobre la teatralidad. Pensemos en una democracia que cultive el pensamiento crítico porque de ello surgirá la exigencia basada en la razón. Pensemos en una democracia donde caben todos los discursos. Pensemos en una democracia donde el Sesgo de Confirmación sea un asunto de las personas y no una imposición de los gobiernos. Pensemos en una democracia donde el disenso sea favorable y hasta necesario para fortalecer las decisiones públicas.
Cada quien pierde objetividad de la manera que prefiere. La mía, mi favorita, mi sesgo de confirmación, es buscar la verdad y favorecer el diálogo. Porque creo que ahí ganamos todos.
Twitter. @marcoivanvargas