¿Periodismo para qué?

Benjamín Wong Castañeda, periodista potosino, murió este fin de semana a los 84 años. Fue reportero de El Sol y de aquí partió a Saltillo y la Ciudad de México como reportero de la cadena periodística García Valseca, donde tras ser corresponsal de guerra en Vietnam llegó a ser director.

El sexenio pasado mataron a 47 periodistas En el actual ya van nueve. 127 desde el año 2000. Se nos van algunos y nos matan a otros.

En estos días en que se habla tanto de listas de periodistas, de “chayo” (soborno a responsables de información), de conferencias mañaneras diarias, de prensa oficial, de censura, conviene revisar conceptos y prejuicios sobre el derecho a saber, la libertad de prensa y la garantía que debe dar el estado a que fluya una información veraz y oportuna. 

No es lo mismo periodista que reportero, pues periodista es todo el que trabaja en un medio, y reportero es el que sale a buscar la noticia, el que investiga y cuestiona. No es lo mismo una nota informativa que una crónica o un reportaje. No es lo mismo publicidad que “chayo”. Y hay de chayos a chayos: no es lo mismo lo que salía oficialmente de alguna dependencia que lo que daba un político en particular, o lo que deslizaban en una u otra dependencia.  

Una declaración de cualquier político no debería ser noticia, o no tanto. Un boletín de prensa no es noticia, es una de las fuentes. En muchos medios se enfatiza el número de notas, cantidad sobre calidad. Lo importante, se supone, son los hechos. Pero la rapidez de la vida actual exige una noticia tras otra, y los huecos son llenados con las palabras de uno u otro bando.

Si un funcionario dice que una obra pública beneficia a 200 mil personas debemos dudarlo a menos que presenten los pelos de la burra. Cualquiera alardea. Como dijo el doctor House, “todos mienten”. Si otro dice que lo quieren linchar, o le tienen coraje, hay que ver todos los ángulos. La realidad casi siempre tiene otros datos.

A la complejidad del asunto se suman intereses empresariales y partidistas, amistades, el rating o la venta de ejemplares, y sueldos que suelen ser bajos. Muchos colegas de mis tiempos han optado por un trabajo de oficina, aunque como yo extrañen el ajetreo de preguntar e incomodar a nuestros “servidores públicos”, de buscar el ángulo más interesante. 

Es una profesión apasionante y necesaria, aunque sea tan criticada. Si un periodista informa de algo que no gusta a un sector, es acusado de inmediato como vendido, alarmista o “chayotero”, aunque sea información que fue investigada y contrastada. Al revés, hay quien dice lo que sea que pueda vender.

Don Benjamín Wong lo tenía muy claro: 

«El periodista no debe ser un amanuense que recoge opiniones ajenas y la reproduce. Es un profesional que informa y ofrece a sus lectores, oyentes o televidentes, su perspectiva de los sucesos. No escribe para sí, ni para su editor, ni para sus fuentes: escribe para sus lectores o sus equivalentes en otros medios. Rigor, ética e imparcialidad y veracidad son partes inseparables de su responsabilidad, y por hacerlo no debe ser descalificada…»

Wong Castañeda fue director de la cadena hasta que, se dice, el presidente Luis Echeverría maniobró para quitarle la empresa a García Valseca y la ya Organización Editorial Mexicana (OEM) pasó a manos de Mario Vázquez Raña. 

Wong estuvo en Novedades y luego en El Universal hasta que el presidente Miguel de la Madrid pidió su despido, al parecer por su cobertura crítica del sismo de 1995. Dice Raúl Trejo Delarbre que “cuando desde la Presidencia de la República llamaban para que alguna información apareciera destacada, la confinaba a páginas interiores. Cuando llamaban para que no se publicara algún asunto, lo llevaba en primera plana”.

Con Wong salieron José Carreño Carlón, Raúl Trejo Delarbre y otra veintena de periodistas. Participó después en La Jornada, como colaborador y asesor. Eran los tiempos de Julio Scherer, de Miguel Ángel Granados Chapa, Manuel Buendía; también los de los potosinos Luis González de Alba y Fausto Zapata Loredo, éste más en las áreas de vocería de Presidencia de la República. “Cuando Wong Castañeda fue invitado por Fausto Zapata Loredo a hacer tareas de agregado cultural en la Embajada de México en China, Granados Chapa y José Carreño Carlón quedaron como responsables de la dirección del semanario” Punto.

Es alarmante lo que se ha gastado en publicidad desde el gobierno, en todos los niveles y en todas las áreas. El refuerzo de dar a conocer resultados se convirtió en maquillaje, en autopromoción mediante grandes sumas del erario. ¿Seguirá? ¿Cuánto debería gasta el gobierno en promocionar lo que hace, las leyes, los avisos? Pongámoslo, por ahora, en pasado: por algo existían tantas revistas que vendían páginas enteras disfrazadas de información. Por algo había quienes se dicen periodistas, y por algo hay que aclarar que había funcionarios que daban “apoyo” sin pedir nada a cambio o que el chantaje a veces estaba de ambos lados.

El periodista tiene que estar cerca del poder pero no ser su vocero o defensor de oficio. “No pago para que me peguen”, dicen que dijo José López Portillo a propósito de su negativa a darle publicidad a la revista Proceso, dirigida por (su primo) Julio Scherer. 

Otro fragmento del discurso de Wong al recibir el Premio Nacional de Periodismo por trayectoria, en 1995:

«La existencia de una prensa libre es una dimensión de la democracia y una demanda permanente de la sociedad. A los periodistas nos compete ejercerla con responsabilidad, al gobierno respetarla y garantizarla. No puede concebirse un modelo de nación libre si su sociedad no puede verse diariamente reflejada fielmente, con sus pesares, sus angustias y sus sueños en el espejo transparente que debe ser la prensa..»

Es sabida la importancia de la pluma para el poder, para quienes lo detentan o al menos lo huelen, como esos que se suben a un ladrillo y se marean. Por eso hay que dudar y confrontar. Y revisar la historia, tanto de las personas como de las instituciones.

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