Polarización

La polarización política ha sentado sus reales en el país y es un proceso, que ha descrito el propio presidente López Obrador, de pugna creciente entre dos bloques que identifica como conservadores y liberales, siguiendo el esquema decimonónico de la larga marcha en la construcción de nuestro Estado nacional. Más allá de situaciones propias de un rejuego caótico que se traduce en la ganancia de pescadores en el río revuelto, lo cierto es que hay una escalada bien organizada de presión de grupos derechistas que apuestan a la desestabilización social o, en el “mejor” de los casos, a una descalificación apresurada de cualquier decisión gubernamental, bajo el supuesto de que vamos para atrás en una pretendida “modernización” que gobiernos anteriores nos vendieron como la panacea de una generalizada felicidad social, pero que terminó en prósperos negocios de unos cuantos políticos y empresarios corruptos que ahora, descobijados, le apuestan a la restauración de sus intereses de sector.

    Un ejemplo de esto último es la descalificación, simple y apresurada, de la decisión del gobierno federal por dar marcha atrás en el aprovechamiento de energías alternas en ciertos proyectos como el del Tren Maya, resolviendo que se utilizará diesel y no electricidad. En apariencia, se tendría como un “retroceso” en términos de no avanzar en una “modernización” que reclama el fin de energías tradicionales no renovables y eventualmente contaminantes; pero lo que interesa destacar es la falacia de una (contra)argumentación que evidencia el no entender que son las relaciones sociales de producción las que marcan la pauta de la orientación política estatal y no las fuerzas productivas en sí o por sí mismas, porque eso sería, siguiendo a un clásico, tanto como “pretender que el paso del molino de viento al molino de vapor explica el paso del feudalismo al capitalismo” (Nicos Poulantzas, “Sobre la teoría del Estado”, Ed. Siglo XXI, México, 1980, p. 25). O bien, ya entrados en gastos, plantear que la lucha entre clases sociales existe previamente a su oposición (Ibid.), para que la utilización de clase del aparato estatal sea una obsesión del bloque opositor.

     Así las cosas, es previsible la continuación de la “caravana del claxonazo” por parte de quienes demandan (el mentado “Frena”), con urgencia, la salida anticipada de AMLO de la presidencia de la República, de ser posible hasta sin revocación de mandato, nomás porque ya han “decretado” que no les conviene o convence. Es un derecho, ciertamente, de libre manifestación de las ideas, y así lo ha asumido el propio presidente Obrador, dando una suerte de “cachetada con guante blanco”, pues.  

LA CAMINERA.- A principios de los años noventa llevé a cabo mi servicio social en el Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Allí conocí al Dr. Miguel Aguilar Robledo y me consta el enorme esfuerzo realizado por él, desde aquel entonces, para difundir el conocimiento de diversas disciplinas en el campo de las ciencias sociales y las humanidades. En un reducido espacio situado en la azotea del edificio de las Cajas Reales, se organizaba la edición de la revista “Cuadrante” y la programación de foros de discusión sobre distintos tópicos relacionados con la cultura universal, así como de coyuntura de la vida pública nacional, destacando el impulso de Aguilar para la investigación social con enfoque regional (como en su ya clásico estudio sobre el sistema de riego “Pujal-Coy” de la Huasteca Potosina), siendo pionero en la investigación sobre el impacto eco-geográfico de las relaciones territorio-sociedad en nuestra entidad. Promotor de la creación de la Escuela de Ciencias Sociales y Humanidades de la UASLP, así como de su elevación a rango de Facultad, Aguilar se apresta a seguir consolidando ese esfuerzo al frente de esa institución educativa que, hoy, goza del más amplio reconocimiento.