Poliarquía en tiempos de crisis

En tiempos de crisis y alta tensión, puede existir la tentación de encontrar refugio en esquemas de gobierno caracterizados por liderazgos fuertes, discursos elocuentes, medidas de excepción. Esta sensación de indefensión coloca a la población en una situación de enorme vulnerabilidad y dependencia, donde la esperanza se abandona en favor de las decisiones que se presentan como fuertes y eficaces. Cualesquiera que éstas sean.

Más o menos en esos supuestos funciona el argumento de Naomi Klein en un libro titulado “La Doctrina del Shock” donde la afamada periodista describe cómo “el capitalismo del desastre” aprovecha las complejas crisis de los países para establecer condiciones políticas y económicas ventajosas para los grandes intereses capitalistas. Antes de continuar quisiera hacer dos advertencias relevantes; la primera es que sugiero abandonar toda hipótesis que apunte a que la crisis mundial (la de salud y la económica) fue provocada por un oscuro y siniestro grupo de interés que planea establecer un nuevo orden mundial -lo que sea que eso signifique-. Lo otro es que el texto que Usted tiene la amabilidad de leer en este momento, no tiene como propósito argumentar si el estado mexicano debe o no endeudarse con el Fondo Monetario Internacional o con el Banco Mundial para sortear los efectos de la inevitable recesión económica. Mi argumento de inicio es que la situación de vulnerabilidad puede hacer que las sociedades -o las personas- acepten soluciones que aparentan ser eficaces, pero que implican costos -económicos, sociales, personales- muy altos.

En el nombre del control de una crisis -dice el profesor Archon Fung, de la Universidad de Harvard-, puede resultar atractivo hacer a un lado algunas sutilezas de nuestra democracia, como lo son cuestionar a nuestras autoridades, generar discursos alternativos, abrir debates vigorosos, expresar desacuerdos, someter las decisiones a refutaciones informadas, explorar otras formas de solucionar los problemas. Estas pequeñas renuncias no solo pueden constituir regresiones democráticas para sociedades que necesitaron décadas de lucha y sangre para conseguir los esquemas de apertura y equilibrio que gozan ahora; la renuncia a la diversidad y la contrastación de los puntos de vista implica también el abandono de la riqueza de pensamiento y la suma de recursos. 

En un momento como el que vivimos ahora, un gobierno no puede ni debe cerrar la puerta a la suma de recursos y voluntades. Es la vivencia de la gobernanza de la que le hablé la semana pasada, o de la Poliarquía, esa idea olvidada que implica la diversidad de los actores y procesos sociales existentes que hacen funcionar a un sistema político democrático. Vamos por partes. 

En la historia reciente de México, más ha logrado la presión y el escrutinio público en favor del interés colectivo, que la mítica -y altamente improbable idea- de un gobierno sabio, impoluto e infalible. ¿No fue gracias a la prensa libre y a la creciente presión pública como se lograron descubrirse y documentarse grotescos casos de corrupción que dañaron enormemente al erario público -esos impuestos que Usted y yo tenemos que pagar ya-? ¿no fue la pluralidad política la que ha permitido establecer sistemas de equilibrios de poder que protegen el interés de la nación -y a la propia Constitución- de los caprichosos vaivenes de la política? ¿Y qué me dice de la muy necesaria aportación de la sociedad civil -organizada o no- que a través de su trabajo, conocimientos, esfuerzos y recursos, enriquecen y dinamizan al cambio social?

Hay que reconocer con humildad que en una situación inédita como la que vivimos, la ignorancia no es motivo de vergüenza, pero la soberbia sí lo es. Encuentro mayor virtud en un gobierno que escucha y entiende al personal médico que tiene bastantes más cosas que aportar, que solo quejas por la notoria carencia de equipamiento de protección. Concibo una política de Ciencia y Tecnología que mira a las Universidades y sus investigadoras(es) como aliados para proporcionar soluciones a problemas emergentes -ciencia aplicada, le llaman-. Creo en un sistema federalista donde las y los titulares del poder ejecutivo de los estados, junto con las(os) responsables en los Ayuntamientos, coparticipan en esquemas de colaboración con el gobierno federal en una virtuosa suma de recursos y conocimientos. Espero una conducta madura, entusiasta y vívida de los partidos políticos en el Congreso para confeccionar soluciones con estatura de Estado, sin miopías electoreras. Y espero mucha empatía con las(os) miles de personas que tienen negocios, empresas y comercios, grandes o pequeños. Con las personas que no tienen trabajo o que lo han perdido por la situación que estamos enfrentando. Hay que tener empatía con todas esas personas sobre quienes recaerá el enorme trabajo de reactivar la economía en los meses por venir. 

En tiempos de crisis y alta tensión. Hay que entender que la poliarquía no es un obstáculo sino una oportunidad, que no es buena idea abandonarse en manos de quien quiera sacar ventaja de nuestra aparente vulnerabilidad y que no hay que dejar de creer ni construir una realidad que se ajuste a nuestras propias expectativas.

Twitter. @marcoivanvargas