“Feminismo es la noción radical que las mujeres son seres humanos”.
Cheris Kramarae
Coincido con el presidente: “Los conservadores se disfrazan de feministas porque vieron la oportunidad de atacarnos”. Hemos visto en estos últimos días, efectivamente, que muchos representantes tradicionales de posiciones conservadoras se han convertido en feministas de conveniencia porque advierten que el tema de las mujeres es un punto débil del mandatario que aborrecen.
No pienso, sin embargo, que López Obrador sea “el presidente más feminista de la historia contemporánea”, como afirmó el 23 de febrero de 2020 su secretaria de la función pública, Irma Eréndira Sandoval. El simple hecho de que AMLO esté sosteniendo a Félix Salgado Macedonio, acusado de violación y acoso, como candidato de Morena al gobierno de Guerrero, revela su insensibilidad ante un reclamo del movimiento feminista.
Martha Lamas, feminista de toda la vida, me dice: “López Obrador no es un personaje típico machista. Puede que sea conservador, religioso, pero no es machista. Se puede no ser machista y al mismo tiempo no feminista”. AMLO no solo tiene un gabinete con una participación importante de mujeres, y una secretaria de gobernación, Olga Sánchez Cordero, que ha defendido posiciones feministas en muchos temas, sino que ha dado a Nadine Gasman, una feminista reconocida desde hace mucho tiempo, el cargo de presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres.
El problema es que el gobierno de la 4T no ha mostrado hasta este momento inclinación por impulsar políticas que realmente ayuden a resolver los problemas de las mujeres. Entiendo que el mandatario no es personalmente responsable de cada muerte violenta de una mujer en el país, como no lo eran tampoco sus predecesores, pero su gobierno no ha tomado medidas que mejoren la seguridad de las mujeres, ni siquiera después de que presentan denuncias de violencia familiar. No es un problema fácil de resolver, pero el gobierno sí puede tomar medidas para cuando menos ofrecer una mayor protección a las mujeres que denuncian estos actos.
Varias de las medidas de “austeridad” del gobierno de López Obrador, por otra parte, han afectado de manera importante a las mujeres. La cancelación de apoyos gubernamentales al programa de estancias infantiles es un ejemplo. El gobierno de López Obrador también trató de detener los apoyos a los refugios para mujeres víctimas de violencia, aunque decidió echarse para atrás por la presión pública que provocó. Por otra parte, la suspensión de clases, que ha durado ya casi un año, ha afectado principalmente a las mujeres trabajadoras, que hoy no tienen con quién dejar a sus hijos para salir a laborar.
Siempre hay que separar las exigencias de las activistas de las de las mujeres. Las primeras demandan cuotas en cargos políticos o el retiro de las vallas que protegen a monumentos públicos durante las manifestaciones. Las mujeres piden mejores oportunidades de trabajo, estancias infantiles que les permitan trabajar, escuelas abiertas y de calidad, refugios para protegerse de esposos y parientes abusivos, seguridad pública que impida la violencia contra ellas y ministerios públicos que les hagan caso cuando presenten denuncias.
El feminismo actual, es cierto, se ha convertido en una forma de buscar ventajas políticas. Originalmente partía de la idea que las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres. No hemos logrado todavía este objetivo, pero algunas activistas no persiguen ese fin. Su propósito es ventilar una ira quizá legítima, pero que no resuelve nada.
Prohibición
Aumentar el límite permitido de posesión de marihuana de 5 a 28 gramos no es una despenalización. La iniciativa que pasa al pleno de Diputados es un paso adelante, al permitir, por ejemplo, el cultivo para el autoconsumo, pero no resuelve los problemas fundamentales de la prohibición.
Twitter: @SergioSarmiento