Cuando estaba, creo, en sexto de primaria, el presidente José López Portillo anunció la nacionalización de la banca. Prometió defender al peso como un perro y exclamó: “¡Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear!” En las primarias se hizo un concurso de periódicos murales sobre el hecho histórico y se presentaba a JLP como un héroe. Creo que por uno de esos periódicos mi grupo ganó un premio a nivel zona o municipio, pero nunca nos dieron nada.
Eran también los tiempos de Carlos Jonguitud Barrios en el sindicato magisterial y en el Gobierno del Estado, cuando cualquier acto era masivo, con toda la chiquillería de público cautivo o animadores involuntarios. Por algo se quedó en la memoria de varias generaciones la fallida coreografía masiva de Los pajaritos en el estadio Plan de San Luis.
No pasó mucho tiempo antes de que López y Jonguitud fueran condenados al infierno de la opinión pública.
Recién terminé de ver la última temporada de Lucifer, serie de Netflix basada en el mismo diabólico personaje de Sandman, novela gráfica de Neil Gaiman (también está en proceso de adaptación televisiva y eso me emociona). La premisa es que el diablo se aburre de tener el infierno a cargo y renuncia para venir a la Tierra, donde se hace dueño de un club nocturno. “¿Qué es lo que más deseas?”, dice el diablo al ver a alguien directo a los ojos, y ese alguien no puede mentirle. Ojalá fuera así de fácil.
Por asociación, me acordé de la película del mismo título dirigida por Luis Estrada, estrenada en 2010 y en buena parte filmada en Salinas de Hidalgo y Matehuala. En el ficticio San Miguel se enfrentan o se alían los Reyes, los diablos y las autoridades, alegoría jocosa de aquello de pueblo chico, infierno grande.
También estas semanas releí la cántica de El infierno de La divina comedia de Durante Alighieri, de quien como ya habíamos comentado se cumplieron el 14 de septiembre 700 años de su muerte. Es sabido que entre quienes menciona como codenados en el averno hay varios de sus contemporáneos, ajuste de cuentas no sin sorna, pues el poeta estuvo envuelto hasta el destierro en las pugnas de güelfos contra gibelinos.
Desde esas visiones dantescas, a veces sardónicas, leo también muchas noticias recientes, locales y nacionales. Los discursos, los tropos de tiempo y espacio, los nombramientos y la forma de llegar o de irse deben ser analizados fríamente. Varios lugares de enunciación podrían confundir o difuminar el purgatorio con el infierno y casi nadie reconoce, en esos lares, ser alma en pena, gárgola, súcubo o íncubo. “El infierno son los otros”, dijo bien Jean Paul Sartre, y en política aplica más.
Un dicho que ya se ha vuelto lugar común es “debe haber un círculo del infierno reservado para (anote aquí cualquier ”pasado de lanza”)”. Dante (diminutivo de Durante) creó una estructura literaria de nueve círculos o fosas para el inframundo, donde los condenados pasarían la eternidad sufriendo un castigo acorde al pecado que hubieran cometido. Así, el octavo es para los fraudulentos, falsarios y los diseminadores de discordia, y el noveno para los traidores a la patria, a sus benefactores, y a la majestad.
Sí, quizá los nueve círculos de gradual alejamiento de Dios no serían suficientes en estos días. Los pecados capitales son generalidades ante los delitos, faltas de ética y desinterés por el bien común que salen cada día en las noticias o que vemos un día cualquiera por la calle.
Dicen dos de los tercetos de Dante:
«Asi´ puedes ver, hijo, cuan fugaces / son los bienes que alarga la fortuna, / y de que son les hombres tan rapaces. // Todo el oro que esta´ bajo la luna, / y el que esa grey de sombras reteni´a, / la paz no le dara´, siquiera a una...»
A unos días de cumplir 50 años en este plano, con muchos agradeceres y unos pocos arrepetimientos, trato de vivir un día a la vez, con sus descensos al Hades y sus retornos a Itaca. Vivo de las letras, y eso es satisfactorio; complicidades, lecturas y viajes me han sido propicios. “Cuarenta es la vejez de la juventud; cincuenta es la juventud de la vejez”, escribió Victor Hugo.
Aún hay muchas letras por compartir, espero. Hasta Lucifer Estrella de la Mañana, en la imaginación de Gaiman, se cortó las alas y pudo dejar el averno. Hay que intentarlo al menos.
Me despido esta semana con un cita de Las ciudades invisibles de Italo Calvino. El infierno, dice, “no es algo por venir, hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.
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