Decíamos que el buen Will era un genio que no siempre fue comprendido por las fuerzas de la naturaleza (el fuego) ni por su familia (de mujeres). Era venerado en vida y se retiró a su pueblo al incendiarse el afamado Teatro Globe, del que fue copropietario, pero hasta el siglo XIX alcanzó sus alturas actuales a nivel global e incluso se acrecentaron en el XX.
Es usual que las grandes genialidades se nutran de leyendas o relatos anteriores, y luego inspiren renovadas creaciones o narrativas. Todo viene y va, pues.
¿Qué es más elevado para el espíritu? ¿Sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un sinfín de calamidades y acabar con ellas? ¡Morir, dormir, tal vez soñar! Y pensar que con un simple sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne. ¡Morir, dormir, no más! ¡Ser o no ser, he allí el problema! Escribo aquí (sin leer) mi versión que hace años memoricé del soliloquio en el que Hamlet, el príncipe de Dinamarca, contempla la posibilidad de quitarse la vida. Difiere, claro, de los textos originales de William Shakespeare.
Y veamos, con su traducción, el Soneto 130:
“My Mistress’ eyes are nothing like the Sun, / Coral is far more red than her lips’ red, / If snow be White, why then her breasts are dun: / If hairs be wires, black wires grow on her head:
I have seen roses damask’d red and white, / But no such roses see I in her cheeks, / And in some perfumes is there more deligh, / Than in the breath that from my Mistress reeks.
I love to hear her speak, yet well I know, / That music hath a far more pleasing sound: / I grant I never saw a goddess go, / My Mistress when she walks treads on the ground.
And yet by heaven I think my love as rare, / As any she beli’d with false compare”.
“Los ojos de mi amada no parecen soles, / y el coral es mucho más rojo que el rojo de sus labios. / De ser blanca la nieve, sus senos resultan oscuros, / Si sus cabellos son hilos, hilos negros proliferan en su cabeza.
He visto rosas rojas, blancas y damascadas, / más nunca en sus mejillas encuentro tales cosas. / Y en algunos perfumes, existe aún más deleite, / que en ese dulce aliento que emana de mi amada.
Me encanta escuchar su voz y, sin embargo, entiendo / que la música tiene un sonido mucho más grato. / No he visto caminar por la tierra a una diosa, / pero al andar mi amada deja su huella en la tierra.
Mas juro y considero a mi amada tan única, / que no existe en el mundo ilusión que la pueda igualar”.
Bueno, la semana pasada un apreciado lector me hizo ver que Sor Juana nació 16 años después de la muerte de don William, los dos íconos de esta serie de artículos. A su vez, otro talentoso amigo me complementó que este dato vendría a ser “un faro oculto que los japoneses apodan ‘los hilos azules’, y que la inteligencia común llama cosas sin importancia…”.
* DE POR ACÁ, HOY, tengo que tocar varios temas no tan estimulantes. El presidente de México continúa con sus graves errores y ocurrencias, en paralelo a algunos aciertos en tramos de la política social y en los ámbitos anti-corrupción (antes ni eso había, aunque a mis amigos y lectores anti-AMLO no les guste que lo reconozca).
A partir de este primero de octubre a Andrés Manuel López Obrador le habrán quedado 5 años de gobierno. Con todo, oigan, sus palabras, decisiones y acciones no dejan de meterlo en laberintos que ya empiezan a resultarle demasiado costosos en términos económicos y políticos.
Amlet, perdón, Amlo se burla de quienes se le oponen o resisten, mientras no pocos se burlan de él… evidente crueldad en ambas direcciones. Con cierta seriedad y la misma sevicia, unos lo asemejan ahora al desagradable personaje cinematográfico del Joker en tanto que vendría a ser un tipo con daño cerebral que, si bien nunca ha triunfado, se convierte en líder de una sociedad resentida que culpa a los más “afortunados” de su desgracia. Tiene, además, delirios de grandeza y sus propios actos le dan risa, cuando a otros les provocan pánico, terror y aversión. ¿De quién hablan?
Por otra parte, con su corrupción el vacío e irresponsable Enrique Peña Nieto encarna el origen de muchos de los problemas que tendrían que solucionar su sucesor y los mexicanos. Es así que se han debilitado aquellas reformas estructurales tan necesarias y se ha tenido que ir el Ministro Eduardo Medina Mora de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en lo que alguien ha llamado “un paso más al Tercer Imperio mexicano”.
De Medina Mora, cabe mencionar una experiencia personal el sexenio anterior pues en el marco de vínculos familiares empecé en dos ocasiones a plantearle mis inquietudes por la corrupción desbordada con el entonces presidente EPN. En ninguna de ellas me hizo caso, y en la última incluso me dejó hablando solo para supuestamente atender otros asuntos por allí… Me sorprendió y quizás hasta me ofendí un poco, pero creo que ahora entiendo mejor todo eso.
A su vez, en la ciudad de México se percibe cada día un mayor desempleo en las calles, aparte de que el caos crece con protestas como la de taxistas contra las aplicaciones “trasnacionales” tipo Uber, lo que recuerda el lenguaje del nacionalismo echeverrista de la década de 1970 y confirma la locura de evadir la sana competencia o los progresos tecnológicos que predominan en el mundo. Ya hasta se bromea que los carteros van a bloquear las calles para que se prohíba el correo electrónico, o igual los organilleros para que se cancele la música de Spotify en internet.
Miren, el líder Martin Luther King decía “no me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”,… y, agrego yo, aunque la gente no sea tan mala nos brinda malos gobiernos, y aun cuando los demás no seamos tan buenos casi siempre volteamos hacia otro lado. Podrá ser más cómodo evitar ciertos temas molestos, pero así menos se van a arreglar con o sin nuestra participación.
A mí, la verdad, ya me cansa hablar del presidente López Obrador, si bien es difícil dejar de hacerlo cuando lo peor se confirma cada semana. Recordemos también aquello que dijo Platón: “El precio de desentendernos de la política, es que seamos gobernados por los peores hombres”, lo que se suele aplicar a nivel local o federal.
En fin, eso sí, procede ahora una rica paella, con su correspondiente güisky.
* COMO SIEMPRE, ACOMPAÑO A mi amigo Juan Manuel Carreras en sus penas o alegrías.
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