“Entering area 51”, dice un letrero sobre una malla metálica con el desierto al fondo. Fue la primera imagen que encontré cuando gugleé “51”. En lo que averiguo qué contiene esta área, los invito a ver mi exposición “Códices de un tlacuilo guachichil” en el Museo Othoniano, que se abrirá, palique de por medio, este lunes 3 a las 7:30 pm.
Para que haya arte se necesitan al menos dos: alguien que pueda crear y alguien que perciba esa creación como arte. Que lo que algunos funcionarios cosideran arte no coincida con otras opiniones (expertos o ciudadanía) ya lo hemos platicado, como en el caso de las esculturas colocadas en espacios públicos.
Después de “el san Luis que no es san Luis” (la estatua en la Plaza de los Fundadores que en lugar de corona de espinas sostiene un orbe), llega “el san Miguelito que no es san Miguelito”: en las letras monumentales instaladas por el ayuntamiento afuera de la parroquia barrial hay una pintura del arcángel donde en lugar de espada tiene una lanza, y en lugar de un demonio vencido a sus pies tiene un dragón.
La lanza y el dragón, según dicta la iconografía católica, son atributos de san Jorge, pero la figura de la letra G tiene alas y no tiene caballo blanco, así que no es san Jorge, es un curioso híbrido. En todo caso, lo importante es la colocación de dichas letras, justo en el atrio. En otros barrios se han colocado en diagonal, de manera que no afectan (tanto) la vista frontal del templo. Ojalá haya sido solo por las fiestas, porque si las dejan ahí serían solo una obstrucción.
¿Para qué las letras? Usualmente se colocan en donde no hay otros elementos identificativos, como las playas o un cerro (Tamasopo, por ejemplo), y como parte de un plan turístico o de imagen más amplio, no por “moda”. Muchos retratos en las letras, sí, pero no hay un texto que explique quiénes son o fueron.
La cultura es un “bien público mundial”, según quedó asentado en el documento resolutivo de la Mondiacult, encuentro convocado por la Unesco y que recién terminó este viernes 30 de septiembre en la Ciudad de México. En la declaratoria resultante se dice que las políticas públicas deben considerar y promover la libertad artística, evitar el tráfico ilegal de bienes y las acotaciones a la diversidad, y la defensa de los yacimientos arqueológicos y los conocimientos ancestrales de los pueblos originarios.
Hace unos días tuvimos en redes una discusión muy interesante sobre las artes plásticas, su promoción y las instituciones. En el Museo de Arte Contemporáneo de San Luis Potosí (MAC-SLP) se presentó “El costo de la perfección”, una exposición de bachillerato del Tec de Monterrey, con los trabajos finales de una materia llamada “Estudios creativos”.
Un medio local publicó que esto se debe a que la directora es egresada del Tec, y que el museo “no tiene una agenda museográfica ni una propuesta vanguardista”. En sus redes, el MAC-SLP publicó días después: “Nos sentimos agradecidos con la Escuela de Estudios Creativos del TEC Campus San Luis Potosí por considerarnos como ‘socios formadores’ de este proyecto […] reproducido con anterioridad en múltiples espacios de la industria privada, así como en instancias públicas y espacios culturales desde el 2018”. A un usuario, que preguntó si esta oportunidad se brindará a otras instituciones privadas y públicas, le respondieron “a todas!”. Ojalá así sea, con planeación e inclusión.
En Ciudad Valles, en el Museo Regional Huasteco a mediados de septiembre se realizó una exposición de pintura. Las obras se pusieron entre las vitrinas de objetos prehispánicos en caballetes y hasta en el piso. En entrevista para un medio local el afamado arqueólogo Guillermo Ahuja dijo: “Nunca se combina la obra moderna con la arqueología y ese museo tiene una buena colección, además, se le falta al respeto a las mismas obras, poniéndolas en el suelo, además de que obstruyen las piezas que tienen años en ese recinto”.
De lo que en lingüística se llama “tema” y “rema” hay mucho que platicar sobre los anuncios de los recientes informes de gobierno, pero se me acabó el espacio.
Si alguien quiere una visita guiada a la exposición en el Museo Othoniano, compartir un proyecto para hacer libros o arte en colectivo, o invitarme un café para charlar de estos temas, es cosa de ponernos de acuerdo.
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