Así como no es lo mismo decir “Juan Domínguez” que “no me jeringues Juan”, tampoco es lo mismo decir “Mario para Morena” que “Morena para Mario”. En este último caso, la primera frase hace alusión a un recurso propagandístico utilizado por el equipo de Mario Delgado cuando compitió por la dirigencia nacional de “Morena Partido Político”. La segunda frase, en cambio, aunque se trata de una simple inversión de palabras, evidentemente ya no implica lo mismo y, más bien, indicaría un sentido patrimonialista de la organización partidista. En este orden de ideas, resulta que a Mario se le ha cargado toda suerte de reproches por el accidentado proceso de nominación de candidaturas de Morena para algunas de las gubernaturas en disputa el 6 de junio, como si fuera consecuencia de un uso discrecional de su función como dirigente nacional.
Sin embargo, parece más complejo el derrotero seguido para la definición de las candidaturas que un mero voluntarismo de Mario, independientemente que, como parte de un grupo específico dentro del partido, sería ocioso desconocer que no tuviera simpatías por algún proyecto político por venir en 2024. Pero el punto que interesa señalar es que, por lo pronto, el proceso seguido para la definición de las candidaturas ha dejado claroscuros e incertidumbres, no sólo para quienes aspiran a una representación política, sino para militantes y simpatizantes de la Cuarta Transformación que, por cierto, tampoco sería ya sólo de Andrés Manuel López Obrador (reconociendo que él es el impulsor y líder indiscutido de ese proceso transformador de las relaciones que prevalecían entre el Estado y la sociedad en México) sino del pueblo considerado como el bloque social de los históricamente agraviados por los excesos de un tipo de poder de dominación (anclado en la corrupción).
Así las cosas, estando como están, revueltas por el “zigzag” propiciado por circunstancias imprevistas (dejar como opción para cumplir con la paridad de género, ordenada por el tribunal electoral del poder judicial federal, a la entidad potosina), en cuestión de horas se sabrá quienes son las cuatro finalistas -de las aspirantes inscritas, en tiempos ordinario y extraordinario-, para la candidatura a la gubernatura. Aunque sea una encuesta la que defina a la abanderada, queda claro que un registro abierto para participar a quien lo considere conveniente implica una seria responsabilidad. Esa responsabilidad descansa en el firme compromiso de asumir los principios de la cuarta transformación como fines de un actuar personal como social, es decir, de un comportamiento ético que va mucho más allá de una moral que da moras.
En tal contexto, es deseable que la decisión última se vaya decantando por un perfil que pueda abrevar, en sentido lógico e histórico, de esos principios éticos de la cuarta transformación que, por definición, están orientados hacia la afirmación de la vida digna, tanto individual como colectiva del pueblo potosino, y que descansen en un consenso mayoritario de quienes apoyan el proyecto obradorista. Bajo estas coordenadas se confirmará que Morena no es patrimonio personal o proyecto coyuntural, sino un esfuerzo permanente para la transformación del antiguo régimen (carcomido por la corrupción) en una forma estatal de organización del poder que supere el “mandar-mandar”, reivindicando al pueblo en el “mandar-obedeciendo”.