Receta para un desastre

El pasado jueves 24 de agosto, el Gobierno de Japón confirmó que había dado inicio a la liberación en el océano de agua contaminada con elementos radiactivos provenientes de la malograda planta nuclear de Fukushima. Como recordamos, el 11 de marzo de 2011 un terremoto ocurrido cerca de la costa noreste de Japón provocó un desastre nuclear de grandes proporciones. En el momento del terremoto, los reactores de la central de Fukushima se apagaron automáticamente, como se esperaba, haciendo que las plantas eléctricas de emergencia entraran en funcionamiento para mantener operando los sistemas de enfriamiento de los reactores. El terremoto, sin embargo, provocó un tsunami con olas de 14 metros de altura que rebasaron la barrera de protección de los reactores frente al mar, inundándolos e inutilizado las plantas de emergencia. En estas circunstancias, los núcleos de los reactores se sobrecalentaron y se fundieron, liberando grandes cantidades de elementos radioactivos a la atmósfera.

A partir de entonces se ha inyectado de manera permanente agua de mar a los reactores con el fin de mantener frío el combustible nuclear –que genera calor aún apagado el reactor- y evitar más fugas de radiación. El agua de enfriamiento, sin embargo, se contamina por el contacto con dicho combustible de modo que no es regresada al mar, sino que se almacena en una instalación con más de 1,000 tanques. A la fecha, sin embargo, dichos tanques han acumulado más de un millón de toneladas de agua y han llegado al límite de su capacidad, por lo que ahora se busca regresarla al mar. El regreso no se haría de golpe, sino de manera paulatina; de hecho, muy paulatina, pues tomaría varias décadas en completarlo, habida cuenta que el volumen de agua acumulada sería suficiente para llenar más de 500 albercas olímpicas.  

Para evitar contaminar al océano con desechos radiactivos, el agua es sometida a un proceso de filtrado especialmente diseñado, el cual, según el Gobierno japonés y la compañía Tokyo Electric Power, propietaria de la planta nuclear, elimina los contaminantes de manera efectiva. Los eliminaría a un grado tal que el agua descontaminada sería tan pura que resultaría incluso potable. 

Si bien el Organismo Internacional de Energía Atómica aprueba el plan del Gobierno japonés, no todo mundo está de acuerdo. Por ejemplo, la revista “Science” cita en su número del 24 de enero pasado a Ken Buesseler, de Woods Hole Oceanographic Institution, quien declara que no “hay datos con la cantidad y calidad suficientes que apoyen lo que afirma la compañía propietaria de la planta, y que se necesita más información”. Igualmente, Feres Dalnoki Veress, de Middlebury Institute of International Studies, en California, afirma que en realidad no sabemos que contaminantes contiene el agua, pues solamente se han analizado pequeños volúmenes de un cuarto de los tanques de almacenamiento. 

El Gobierno de China, por su parte, se mostró contrario a la decisión del Gobierno japonés y anunció que la prohibición que mantiene para la importación de productos del mar provenientes de la región de Fukushima, se extenderá a todos los productos de mar que vinieran de Japón.  Corea del Sur, de manera más moderada, considera que lo importante es que Japón siga estándares científicos y proporcione información de manera transparente.

El accidente de Chernóbil de 1986, el de la Isla de las Tres Millas de 1979, y el evento de Fukushima, integran el “Top three” de los accidentes asociados a la energía nuclear. Este tipo de energía se califica algunas veces como “limpia” y como una de las vías para combatir el cambio climático. Los tres mayores accidentes nucleares, sin embargo, demuestran que dichos accidentes pueden ocurrir y que, de ocurrir, pueden tener consecuencias catastróficas. El de Fukushima, en particular - independientemente de puntos de vista controvertidos sobre la decisión del Gobierno japonés- requerirá de décadas de esfuerzo y de inversiones multimillonarias que podrían ascender a más de 100,000 millones de dólares para remediar el desastre.

Esperemos que en el futuro el “Top three” de los accidentes nucleares no se convierta en un “Top four” y que en su lugar apostemos por energías tales como la solar, la cual, además de inagotable, es sin duda considerablemente más amigable.