No es posible saber hasta el momento, si lo que quiere implantar AMLO en nuestra patria es un sistema comunista, neocomunista, castrista, chavista o simplemente populista, pero como quiera que sea, se les parece mucho. Lo que queda claro, es que quiere imponernos un sistema unipartidista y de gobierno unipersonal, en el que, de hecho, exista un solo partido, el de él, y una sola voz, la suya. También sabemos que el presidente miente un día sí y otro también, es un mentiroso consuetudinario, mitómano, que nos receta mentiras a través de sus costosas conferencias repetitivas y hostiles de cada mañana en las que llena de vituperios, o descalifica y estigmatiza a las voces que le hacen crítica o que no le aplauden.
Sí sabemos, porque lo vemos, que está avanzando a toda velocidad en su plan de extinguir o estrangular los órganos autónomos de gobierno, para que su voz y su voluntad sea la única que se escuche y que se acate, aún por encima de las leyes, bajo la amenaza de ser blanco de sus expresio nes alevosas, con la ventaja de hacerlo desde la tribuna presidencial.
Sea o no la intención de AMLO, imponer una especie de comunismo, o solo su dictadura uniperso nal, los mexicanos tenemos el reto ineludible de luchar por la vía democrática y pacífica, para restituir las prácticas democrática, como la División de Poderes y el Estado de Derecho, como la mejor forma de vida para los mexicanos.
Consideré pertinente, sacar de los libros de historia estas dos frases del dictador soviético José Stalin, que gobernó con puño de hierro durante 30 años, lo que fue la Unión Soviética, tiempo durante el cual ordenó la muerte de más de 20 millones de campesinos rusos que se oponían a la colectivización de la tierra y a un régimen de gobierno que cancelaba sus libertades.
La imposición de una ideología política, no puede estar basada en la muerte de miles, decenas de miles de seres humanos, como llegó a expresar cinicamente el presidente hace casi un año, cuando afirmó que “la pandemia de covid-19 nos venía como anillo al dedo” Añadía después, que “es una crisis transitoria que no va a tardar y de la que vamos a salir fortalecidos porque no nos van a hacer cambiar nuestro propósito de acabar con la corrupción y que haya justicia en el país”. Hoy, se comprueba que solo fue otra mentira, simple retórica, de las que acostumbra decir este presidente, porque mientras la pandemia está causando más muertes que nunca, la corrupción y los desvíos de recursos públicos han empeorado y la justicia sigue ausente. Casos como los de Lozoya, Pío López Obrador o la hermana Felipa o el hijo de Manuel Bartlet, Napoleón Gómez Urrutia, etc. siguen ahí, pendientes de que se les haga justicia.
Ante todo este escenario que padecemos, en un país civilizado y mínimamente solidario, sería razón más que suficiente para que el gobernante en funciones renunciara por sí mismo, o fuese expulsado del poder político y relegado al basurero de la historia. Solo que nuestro país, todavía está lejos de alcanzar esa madurez política, que permitiría deshacernos de un funcionario tan pernicioso como para tener, la desfachatez de hacer una afirmación de esa naturaleza, y actuar en consecuencia.
Poco a poco, pero persistentemente, se despeja la confusión y la falta de capacidad del actual gobierno, hasta dejar ver con claridad que no puede o no quiere, vacunar en un tiempo razonable a la inmensa cantidad de mexicanos que necesitan ser vacunados para proteger su vida y su salud. De lo que se trata, es de sacarle raja política a la vacunación que requiere con urgencia la población mexicana, para superar la terrible amenaza de la pandemia del Covid-19 que hasta la fecha acumula ya más de 150,000 muertes, sin que se tenga una estrategia clara y coherente para la adquisición y distribución y aplicación de las vacunas en plazo razonable. Cálculos optimistas ya estiman que para mediados de año (junio) la cifra podría llegar a la exorbitante y penosa cifra de 200,000.
Lo más trágico de este panorama es que el presidente, quien tiene la primera responsabilidad por cuidar y preservar la salud pública, se sigue recreando en sus propias mentiras, con su verborrea triunfalista y autocomplaciente, que sostiene neciamente que “en la atención de la pandemia y la vacunación vamos bien”, al tiempo que, en la Cd. De México y algunas otras del Edomex los hospitales, las funerarias y los hornos de cremación se encuentran saturados y las familias de los fallecidos tienen que esperar varios días para que les entreguen los cuerpos sin vida y las actas de defunción correspondientes.
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