Sainete legislativo

“El siervo no sabe lo que hace su amo, ya que 

él sólo le habla de las acciones, no del fin a alcanzar; y por eso se somete servilmente y con frecuencia pecando contra el fin. Pero Jesucristo nos ha enseñado el fin. Y vosotros lo destruís.”  

Pascal (citado por Leonardo Sciascia 

en De parte de los infieles).     

San Luis Potosí, sábado catorce de septiembre de dos mil veinticuatro; concluirá la sexagésima tercera, se instaurará la sexagésima cuarta. Veintiocho diputados electos, de veintisiete que debieran ser, pretenden tomar protesta como diputados. Dos son los que dan motivo al singular desaguisado (ambos panistas o al menos uno de ellos lo fue hasta ese momento) Marcelino Rivera y Enrique Ortiz Hernández; plurinominales titular y suplente.   

Se impide mediante diversos artilugios que Marcelino Rivera, rinda protesta y, finalmente, lo hace su suplente. El panismo en pleno, emulando al lumpenproletariado, arremete contra la soberanía, protestando a todo pulmón por la bajeza de la acción. Habrá quien diga que sólo contra la acción, pero quién si no sus integrantes fueron los que la permitieron. Verónica Rodríguez, senadora y presidente del panismo potosino pierde toda compostura y respeto por la investidura. Que hasta para perderla hay niveles.      

“Hoy fuimos testigos (omitió a las testigas) de una maniobra desaseada y burda de querer [sic] arrebatar  un espacio más para Morena […] Acción Nacional va a recurrir legalmente esta situación […] la bancada panista [de tres integrantes] no permitirá que las tropelías de Morena pasen desapercibidas…”, sentenció la panista enfundada en un modelo blanquiazul. 

Rubén Guajardo, más mesurado y con la experiencia avalada por las cuatro veces seguidas que ha retenido la curul, ofrecía todo tipo de asesores y asesoría jurídica (casi como asesor de seguros en materia de siniestros) al defenestrado y daba cuenta del abuso policiaco del que fueron objeto la senadora y la diputada Vancini, timbrando con la justa dosis de drama su intervención: “lo que hoy hizo [sic] Morena y sus aliados fue un atropello…”

Ahí no acabó el asunto, en el transcurso de esta semana fue llevado a la Ciudad de México, donde arropada por una adormilada audiencia panista y con Ricardo Anaya como testigo de calidad (que ni la moral alcanza) de nuevo la senadora expuso a la opinión pública la canallada  orquestada en el Congreso potosino. Marko Cortés por ningún lado.       

Volvamos a la enardecida perorata sabatina. Mucho cuidado tuvo la senadora de sólo mencionar a Morena y ni por equivocación rozar al partido Verde.  Por el contrario, el diputado Guajardo (curioso que le primer teatro potosino –escenario de comedias y dramas– fuera financiado por un empresario del mismo apellido) incluyente y generoso, aludió también a “los aliados”. 

No debe olvidarse que, en efecto, en las elecciones pasadas mientras PAN-PRI y PRD contendieron de la mano, por el otro lo hicieron Morena Verde y Trabajo, y ahí están los aliados que de tres acaban reducidos a dos por los simples alcances operativos. El Partido del Trabajo al igual que el PRD, simplemente no existen. 

Se explica, y es lógico, la precaución de la senadora: no es al PAN, sino al Verde, a quien debe los votos que le dieron el triunfo. No se necesita ser experto en análisis electoral para entender la operación, basta observar con detenimiento y sentido común las cifras en Soledad. Dicho de otro modo, si el triunfo se lo debe al Verde y el que ahí manda es el gobernador, todo se lo debe al gobernador (y al alcalde que también hizo su parte). Entonces, para qué lanzarse contra el Verde, pudiendo culpar a Morena. 

Sin embargo tanto ella como el diputado Guajardo saben bien por quienes y desde dónde y  fue operado el asunto, pero prefieren actuar una falsa indignación, aparentando que no saben que el fuego es amigo. Porque en el PAN también arden infiernitos.    

Así, el diputado defenestrado, el diputado que  reclama y la senadora que se consume en falsos furores, fingen ser opositores mientras juegan a ser oposición. Del impuesto ni qué decir, mejor buscar de dónde viene; de allí vienen todos.