Salinas 99 km

Comedores y vulcanizadora. 80 máxima velocidad. Carretera dos carriles de aquí  pa’lla y de allá pa’ca.

Y cielo despejado con nubes altas y transparentes de mañana de enero.

Rumbo: hacia el oeste de nuestra ciudad.

Bosque desértico con cactáceas coronadas de palmas y luego a un lado, nopaleras y matorral entre cableado y rejas. 

Red móvil no disponible. Cuatro compañeros de trayecto, conversación atrás, silencio y concentración adelante. 

Yo en medio escucho sin atención y escribo y miro por la ventana y pienso y atiendo a mi cuerpo que pide estirar una pierna y luego la otra.

Ladera natural de monte y piedra. De aquí a allá es lo que ves llegando a los límites con Zacatecas. Y más retornos por si no quieres llegar, por si se te olvidó algo o alguien. O por si te arrepientes. 

Nosotros seguimos y leemos en bardas de campaña: “vota x morena o “por alguien más.

También hay uvas a la venta por si no desayunaste y no traes lunch.

Llegamos y Coca-Cola hace presencia en lo que antes llamábamos estanquillo.

Entre perros tomando el sol resalta el hemicilo de los salinenses distinguidos. Mencionan ocho.

Y el servicio Gonzáles  la ferretería Zama , la velación  San Agustín en la calle principal que olvidé anotar su nombre. 

Y el agente que nos orienta para llegar a donde queremos llegar.

Así recibe Salinas, con sus cruces semaforizados y pelotas y farmacias por si tienes malestar alguno o llevar un regalo de fiesta infantil o material de construcción. 

Nos reciben con una amabilidad que se agradece y se disfruta y se guarda como tesoro.

Con unos ricos chilaquiles en la Cafetería Alaska y platicamos de la historia del lugar, del proceso de la sal, de las obras de arte ahora albergadas en Madrid en el Museo del Prado y que antaño vistieron los muros de una hacienda resplandeciente aun en un estado de conservación admirable.

Recorremos la hacienda, sus salones, su museo de sitio, los patios soleados, las caballerizas, el comedor, las casas de peones.  Y en ese recorrido los ojos cuentan historias inexistentes que podrían haber sucedido en sus años de auge salinero, cuando el mundo tenía otros problemas diferentes al COVID 19.

Imaginamos a Benito Juárez en su pernocta de una noche en esa habitación con ventanas y vista a la Laguna, y a los antiguos dueños, y niños y caballos y las lagunas produciendo toneladas de otro tiempo que no ha vuelto porque se fue para no volver. Pero los muros y los pilones de sal dan testimonio de una herencia viva con potencial y vida por delante.

San Luis y sus rincones. Escondidos o ignorados ofrecen a la vista y al intelecto más que esos kilómetros que separan el municipio de nuestra ciudad capital.

Y vamos del proceso de la sal, las tierras y las lagunas salineras al teatro municipal que ha visto pasar extensiones de festivales internacionales con sede en la capital del estado y otros montajes que dan a la vida cultural de la comunidad un rasgo singular y de privilegio.

El tiempo nos deja sin tiempo para  visitar el santuario y probar la nieve que es famosa por sus sabores.

Prometemos volver al terminar la visita, recordando la carrera atlética suspendida por la pandemia y el anhelo de reactivarlo en un futuro cercano. 

Empieza a enfriar y volvemos al vehículo, dejando atrás una puesta de sol que permite ser utilizada para invitar al visitante a admirarlo desde un malecón, que desearía ser en otro tiempo, un paseo para disfrute de fuereños y locales.

Gracias por recibirnos Salinas.