Santas Injusticias

Dicho así y puestos a imaginarlo, ni los juicios salomónicos o los juzgadores de países avanzados son frecuentes en el escenario mexicano. Lo judicial tiende a ser arrasado por el poder económico o el político. En gran medida la sociedad trae esto desde hace mucho y rebasa una posible reforma judicial, al tiempo que, junto a la impunidad, ha empeorado groseramente en este gobierno.

Diversos problemas se asocian entre sí e influyen a otros. Tal es el caso de la corrupción, la injusticia y la impunidad, que merman el ánimo nacional y la ética de la sociedad.

Hace años, cuando me quejaba de que algo no me parecía “justo”, me precisaron lo siguiente: “Nadie dijo que el mundo fuera justo”, lo que implica que la humanidad no tiende a la justicia y resulta muy difícil alcanzarla. En sus promesas, los políticos abusan de esta palabra y, oigan, eso de “justo” no es lo mismo para un patrón (que paga un salario) que para un trabajador (que lo recibe), entre otros casos similares: un comprador y un vendedor, las víctimas y los victimarios.

Entran en acción el Derecho para juzgar, la Política para negociar o la Economía para encontrar un precio entre oferta y demanda. En México, los afanes de justicia de algunos han enfrentado una impunidad sumamente elevada, y esto se ha venido agravando ahora a niveles muy peligrosos. El efecto resulta pésimo pues incentiva más corrupción y criminalidad.

Eso nunca deja de predominar en el populismo y el fascismo (concentración del poder en una persona, militarización, antidemocrático, autoritario, Partido de Estado sin contrapesos, ultranacionalista…). Leo a Norberto Bobbio: “El fascista habla todo el tiempo de corrupción. Lo hizo en Italia en 1922, en Alemania en 1933 y en Brasil en 1964. Acusa, insulta, agrede como si fuera puro y honesto… En el poder no vacila en perseguir, violar derechos, robar pertenencias o la libertad. Más que corrupción, el fascista practica la maldad”.

El populismo autoritario es irresponsable y se desentiende de los efectos de sus acciones. Veo en un documental anterior a 2018 y sin relación con México, una serie de recomendaciones: 1. Tener un enemigo sirve para distraer a la gente de sus problemas y buscar a quien culpar; 2. Contar historias muy simples con poco respeto a la verdad, pues entenderán que sólo tú puedes resolver sus problemas; 3. Atacar a las instituciones democráticas: al Congreso, pero sobre todo a la prensa a fin de convertirla también en enemigo público y que tus seguidores se vuelvan en contra de ella cuando te critique; 4. Crear un culto a la personalidad para que vivas por encima de la ley y beneficies a los que te apoyan como premio a su lealtad. Igual, debes apartar a quienes no te son leales y dar poder a familiares y a individuos dispuestos a sacrificar todo para apoyarte. 

Concluye: Lo sucedido nos dice que habrá quienes te sigan ciegamente, en especial los que tienen quejas profundas y buscan alguien para adorarlo como su gran líder. Al votar, podemos evitarlo… Todo ello se plantea entre imágenes de Trump, Hugo Chávez, Putin, Fidel Castro o Mussolini.

Cabe esperar que, gane quien gane en 2024, incluso si AMLO está vivo y logra forzar el triunfo de su candidato, el nuevo presidente no podrá repetir ni continuar el esquema de ocurrencias más radicales de 2018-2024. Esto habrá de significar, pues, el fin de lo peor.

* CITAS QUE REVIVEN HOY en nuestro país:

- La capacidad del hombre para la justicia hace posible la democracia, pero su inclinación por la injusticia hace que la democracia sea necesaria, * Reinhold Niebuhr, teólogo (1892-1971)

- Si la justicia existe, tiene que ser para todos: nadie puede quedar excluido; de lo contrario ya no sería justicia. * Paul Auster, escritor (1976-)

- Sin justicia, qué otra cosa es el Estado sino una gran banda de ladrones. * San Agustín de Hipona, teólogo cristiano (354-426 d.C.)

- Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería en esencia un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre. * ‘Un mundo feliz’ de Aldous Huxley (1894-1963).

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