Soberanía y dignidad

Tan bondadosas eran esas viejecitas que se volvieron asesinas. Nadie se sobresalte al leer esas palabras. No pertenecen a la realidad, a veces tan irreal, sino al más verdadero mundo del teatro y el cine. Por estos días -10 de enero- del año 41 del pasado siglo se estrenó en Broadway la obra Arsenic and old lace, del dramaturgo norteamericano Joseph Kesselring. Su éxito fue tal que poco tiempo después fue llevada a la pantalla bajo la dirección del gran Frank Capra y con  la actuación estelar de Cary Grant. “Arsénico y encaje” -tal es su nombre en español- es una divertida comedia de humor negro. Trata de dos añosas damas de la antigua sociedad americana -descendían de los padres fundadores- que alquilaban los cuartos de su mansión a ancianos solitarios. Luego, apiadadas de su soledad, sus achaques y dolores, los enviaban por compasión al otro mundo ofreciéndoles una tacita de té al que añadían una generosa porción de arsénico, estricnina “y una pizquita de cianuro”. No tenían problema para disponer de los cadáveres de sus infortunadas -¿o afortunadas?- víctimas. Un sobrino de las vejucas, privado de razón, creía ser Teddy Roosevelt, el Presidente constructor del Canal de Panamá, y cavaba infatigablemente en el sótano de la casona las que creía esclusas del canal, y que las ancianas usaban como fosas para dar cristiana sepultura a sus difuntos inquilinos. Su enajenado sobrino pensaba que habían muerto por la malaria. El Canal de Panamá fue una magna obra de ingeniería que evitó a los navegantes del Atlántico tener que ir hasta el extremo sur del continente a fin de dar la vuelta el peligroso Cabo de Hornos para ingresar en el Pacífico. Ese canal es ahora una de las manzanas de la discordia con que el discordante Trump hace malabarismos. El inmoral magnate afirma mentirosamente que la importante vía ha caído en manos de los chinos, y anuncia su decisión de recuperar el canal para Estados Unidos, así sea por medio de una intervención armada. Su insensata postura contradice acuerdos internacionales que tienen fuerza de ley. Por eso hizo muy bien la Presidenta Sheinbaum al expresar su apoyo y el de México a Panamá y a los panameños por encima de las amenazas del rufián que por desgracia ocupa ahora la Casa Blanca. Defender la soberanía de Panamá equivale a defender nuestra propia soberanía. Esta palabra no es vocablo hueco. Equivale a dignidad, y “dignidad” no es un vocablo hueco... Babalucas -al fin Babalucas- fue con su esposa a comer en el restaurante Staffo, cuya especialidad es la cuenta. La hostess le preguntó arriscando la nariz: “¿Tiene usted una reserva?”. (El local estaba por competo vacío). “Ninguna -respondió Babalucas-. La que tiene varias es mi esposa. Por ejemplo, se niega a hacer el amor en una posición que no sea la del misionero, Estudió con las madres reverberacionistas, y cualquier cosa contraria a la ortodoxia la saca de quicio”. No acusó recibo de ese interesante dato la antipática empleada. Babalucas aprovechó su silencio para solicitarle: “Quiero una mesa de la orilla”. La chica se extrañó: “¿Por qué de la orilla?”. Explicó el badulaque: “Es que leí en el periódico que va a llover en la Mesa Central”. (Nota. Este cuento figura entre los 5 peores del mundo)... Doña Facilisa visitó la central de bomberos como parte de la labor social de las damas del Club Silvestre. Le preguntó al jefe: “¿Para qué es ese tubo?”.  Le explicó el hombre: “Es para que los bomberos bajen rápidamente del segundo piso al primero en caso de emergencia”. “¡Qué buena idea! -exclamó entusiasmada doña Facilisa-. ¡Voy a poner uno en el clóset de mi recámara!”. FIN.