En el argot de las burocracias mexicanas actuales, y en la sociedad en general, se han venido utilizando indistintamente diferentes palabras para referirse a “lo ambiental”, por decirlo de alguna manera, con el riesgo de caer en el mismo vicio de etiquetar algo con palabras equivocadas o parcialmente atinadas.
Para hablar de la idea ambiental se han venido utilizando palabras como sustentable, sostenible, conservación, “verde”, ecológico, eco-friendly, biodegradable, zero-carbon, reciclado, reusado, orgánico, e-lo que sea, en sumadas cuentas.
Igualmente se realizan acciones vinculadas a “lo verde” que dicen ser positivas para el medio ambiente, y que sin duda son realizadas con la mejor voluntad y buenas intenciones, tales como la plantación de árboles, instalación de separadores de basura, uso de vehículos “ecológicos”, techos verdes, y en fin, un sin número de actuaciones que son políticamente correctas.
Aquí viene el sin embargo, no me odie, pero de esto se trata, de pensar más allá de lo inmediato, de lo observable, de lo tangible: ¿cuántas de estas acciones verdaderamente contribuyen a la sustentabilidad?
Primero hay que preguntarse, ¿cuál es el fin último de estas acciones?, ¿qué es lo que estamos buscando?, ¿cuál es el discurso dominante que se esconde detrás de todas estas buenas y verdes intenciones?, ¿establecer como finalidad el crecimiento económico y tratar de armonizarlo cosméticamente con el desarrollo humano, social y la conservación de los recursos naturales, o poner en el centro de todo a la humanidad, supeditando todo lo demás a la existencia de condiciones para una mejor calidad de vida de todas las personas?
Pareciera ser ésta última un visón antropocentrista demasiado egoísta, pero vista de manera integral estaríamos hablando de una ética del respeto, de la solidaridad, de la diversidad, del equilibrio, porque de otra manera, estaríamos hablando de un fin último soterrado que busca el crecimiento económico a como dé lugar, o por el contrario una postura gaiaista de ver al humano como parte del planeta tierra.
El discurso del “desarrollo sostenible” parte de una idea de que sus políticas buscan armonizar el proceso económico con la conservación de la naturaleza; favorece un balance entre la satisfacción de necesidades actuales y las de las generaciones futuras; sin embargo, se pretenden cumplir los objetivos revitalizando el viejo mito desarrollista, promoviendo un crecimiento económico sostenible sobre la naturaleza limitada del planeta; es decir, lo sostenible le da prioridad al crecimiento económico sobre la protección de la naturaleza.
Por otro lado, se puede entonces enfocar el concepto “sustentable” como un desarrollo que implique el despliegue y la adquisición de capacidades humanas en conjunto con el respeto de la sostenibilidad ecológica como un principio básico de justicia intergeneracional.
El desarrollo sustentable nos conduce a considerar varios elementos necesarios para su establecimiento, como reconocer la diversidad; de hecho, la sustentabilidad es una lucha por la diversidad ecológica y social en todas sus dimensiones. Adicionalmente, la sustentabilidad se basa en la participación consciente de las personas en una lucha por justicia social, derechos humanos, diversidad cultural y respeto al ambiente, porque sin un cambio social y económico que signifique un nuevo pacto social de distribución de riquezas y de participación política y gobernanza democrática, no habrá un desarrollo sustentable.
En resumen, podemos afirmar que cuando hablamos de lo superficialmente “sostenible”, de lo verde, de lo ambientalmente amigable, realmente estamos estamos apuntalando la supeditación del humano y del planeta a un crecimiento económico que hoy por hoy es desigual, injusto y opresor, y que sus beneficios se concentran en unos cuantos.
Hablar de lo sustentable, es hablar de que los esfuerzos de conservación del planeta, el sistema económico y de producción, la gobernanza, y los paradigmas de convivencia social, dan como resultado una humanidad con mayor calidad de vida, erradicando la pobreza, la desigualdad, los malos gobiernos, y en general la esclavitud de las personas al sistema de poder hoy imperante.
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