Subregistros

Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas. De nuestras nuevas vidas. De nuestras nuevas vidas normales. Como todos los días, este día es una apuesta que conlleva riesgos, y como todos los días, vamos a vivirlo mientras podamos, a pesar de todo.

Ayer concluyó la Jornada Nacional de Sana Distancia y hoy empieza la Nueva Normalidad, con todo y su Semaforización. Cierto, las cifras que presentan diariamente las autoridades, cualquier autoridad, son para dudarse, no solo ante la covid-19. Siempre hay antecedentes de algo ocultado o dicho a medias, bien por miedo o por interés, por búsqueda de votos o simple prejuicio. Eso de que el pavimentado de una calle beneficie a millones de personas, o que en estos meses disminuyó la violencia contra las mujeres simplemente «no checa». 

Semáforo rojo. Oficialmente, la curva se aplanó y se evitaron 81 % de muertes, pero igual, vamos por 10 mil decesos con incrementos diarios de al menos 200. Seguimos en la cresta de la ola y aunque desde hoy «se quitan algunas restricciones» puede ser hasta julio o agosto cuando la meseta empiece a ser pendiente franca. Ya superamos a China y vamos en el  segundo lugar de la zona de Concacaf.

Ya nos hemos quejado en este espacio de la terminología oficial, no exclusiva de México, para referirnos a la pandemia, sus causas y consecuencias. Los términos «municipios de la esperanza» o «nueva normalidad». O la clasificación de «esencial», la cual también dio en qué pensar. También deberíamos redefinir «éxito».

Ahora se habla de un «rebrote», cuando aún no hemos empezado el descenso de la primera ola. Acaso habría que hablar de aumento o aceleración. Se dice que el sistema de salud «no se ha saturado». Lo visible es que «ha sido rebasado», al centrarse la atención en la covid-19 y descuidar a pacientes con otras enfermedades. No se vale. Es un calvario para quienes enferman y para sus familias.

Las estadísticas no oficiales hablan de un subregistro de 1/3 o hasta 1/4, es decir, que por cada muerte oficializada hay tres o cuatro más. Pero no es el único subregistro. Al parecer siempre desestimamos datos en casi todo. Como se dice (maliciosamente) de los datos de la pandemia, si no lo conocemos no existen. Así pasa con tantas cifras  y noticias que debieran ser importantes y no lo son por muchas razones. Pareciera que hay subregistro de casos de depresión, pocos según el dato oficial a comparación de las llamadas por ansiedad. Hay subregistro de fiestas y reuniones que contravienen la cuarentena. Por cada una que contestan en la línea oficial debe haber al menos 10 que no responden, y lo digo por experiencia. No quiero pensar que es porque no hay quien atienda, y menos que sea porque en algunas de esas fiestas estuvieron funcionarios de ciertas dependencias, no.

Si no fuera porque fue grabado y viralizado, el asesinato de George Floyd (afroamericano) por un agente (blanco) de la policía de Mineápolis en Estados Unidos quizá hubiera pasado por un accidente, como tantas muertes que causa el aparato coercitivo del Estado, y no solo en EU. Ese «subregistro» es el que preocupa de que el Ejército siga en las calles de México, de lo que las balas perdidas o mal dirigidas puedan causar bajo las órdenes de alguien, aunque luego digan los altos mandos que no se enteraron.

Como observador y personaje espero literalmente vivir para contarla. Son muchas las actitudes y consecuencias que nos está trayendo esta crisis. En mis incursiones a las noticias y a Twitter voy de la risa al llanto y del asco a la ternura. Hay quien trata de informarse y otros que solo replican como loros. Muchos le creen hasta a Paty Navidad. En fin, cuestión de fe. Y falta de comprensión lectora.

A ver cómo nos va. En esta etapa muchos siguen sin creer en el virus. La zona metropolitana se ha vuelto más violenta. Muchos quieren o tienen que regresar a trabajar, mientras otros tantos no han podido parar. Lo de que deberíamos «trabajar para vivir y no vivir para trabajar» sigue sin cumplirse. Mucha gente que ha podido hacer home office se la pasa ahora más tiempo en la computadora haciendo el trabajo que se acumula como los trastes, con la sensación de que en cualquier momento el ingreso (casi siempre poco) que recibe por eso  puede desaparecer. 

Y eso, estimado lectorado, también me preocupa. 

Nos leemos luego.

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