Un tal Samuel García se ha vuelto tendencia reciente en las redes sociales por su recurrencia en hacer comentarios cargados de cinismo y estulticia. La relevancia tiene que ver con la responsabilidad pública que ostenta el susodicho: senador (ahora con licencia) de la República por el Estado de Nuevo León y aspirante a gobernador de esa entidad norteña. El problema no es, por supuesto, que el interfecto abuse de su libertad de expresión, sino que haga mofa de una realidad que lacera a millones en el país, pero que no tienen la posibilidad de que sus reclamos tengan igual repercusión mediática. En el fondo de esa deleznable forma, lo que molesta es el terco (des)propósito de considerar que así se puede silenciar a una mayoría presuntamente ídem.
Pero las benditas redes sociales ofrecen el contraveneno y allí tienen que los memes del respetable se han multiplicado para poner en su lugar al sonso ese. Entre las (des)gracias verbales que ha soltado el senador de marras, están dos que se refieren a la precariedad económica de los mexicanos que no tienen la suerte que le ha tocado vivir a él. Una es la que se refiere al “sufrimiento” que padeció por andar jugando golf desde temprana edad por exigencias de su padre. La otra es su malsana constatación de aquéllas familias que pueden “subsistir” con “un sueldito de 50 mil pesos”. De su conducta misógina ya ni hablar. Lo que deja en claro este sujeto es la frivolidad con la que no pocos representantes populares atienden los graves problemas nacionales.
Siguiendo con la analogía que comentábamos la semana pasada sobre la “sana distancia” aplicada al ejercicio de la política, en el sentido de actuar con prudencia y ética de la responsabilidad, habría que agregar, ahora, la imperiosa necesidad de que el uso del tapabocas se actualice lo más posible, sobre todo en ciertos políticos como este Samuel García que parecen no medir las consecuencias de sus verborreas. Afortunadamente, frente a ese tipo de excesos propios de un, por decir lo menos, despistado personaje, se ha venido fortaleciendo una política económica de reivindicación de los sectores más golpeados económicamente en el país. Así lo evidencia el reciente aumento de 15 por ciento al salario mínimo, autorizado por la “Conasami”.
Se trata de una política económica de bienestar social y no de una simple intervención estatal instrumental, toda vez que esa decisión gubernamental forma parte de una serie de medidas orientadas a equilibrar las disparidades sociales, tratando de evitar lo que observara un clásico con respecto a la dinámica de reproducción del capital: “que la acumulación de riqueza sea, al propio tiempo, acumulación de miseria en el polo opuesto”, porque “todos los métodos de producción de plusvalor son, a la vez, métodos de la acumulación y toda expansión de ésta, a su vez, es medio para el desarrollo de aquéllos métodos, por lo que, a medida que se acumula el capital empeora la situación del trabajador, sea cual fuere su remuneración” (Marx, “El Capital”).
Apenas hace algunos años que el incremento al salario mínimo alcanzaba unos cuantos pesos, confirmando la miserable vocación depredadora de los anteriores gobiernos neoliberales y depreciando gravemente el poder adquisitivo de la mayoría de los mexicanos. Pero ahora, en poco tiempo, se ha dado un salto que casi dobla lo que se percibía por este concepto en el último año de Peña Nieto. Tal vez, por eso mismo, los dichos de personajes como ese Samuel García, no sólo porque viven en la luna, sino porque al hacerlo mandan la señal de que un gobierno orientado al bienestar social está avanzando y eso… los encabrita. Tapabocas, pues, para Samuel. ¿O bozal?