Temporada de machetes

“Machete caído, indio muerto”.

Mi abuelo decía que, en México, más temprano que tarde y casi siempre tiene sus “temporadas de machetes”. Cuando la violencia y la política se entretejen, donde no hay espacio para el imperio de la Ley o los procesos democráticos, donde domina el músculo del más fuerte, sea bandido declarado o político mañoso y el del machete más largo, se lleva la victoria.

En los inicios de la lucha contra los delitos y la criminalidad fue una reacción “institucional” a la acción delincuencial, así, lo primitivo, lo instintivo hacia frente al delito consumado como una respuesta viral automática, el instinto de conservación más arcaico se hacía presente. El Leviatán de Hobbes en su máxima expresión, Estado fuerte. 

Pues, esta mentalidad al delito, el delincuente y a la delincuencia, tan reaccionaria, tardía e ignorante, aún está presente, con sus “asegunes”. 

Los académicos aplauden lo dicho por Enrico Ferri: “Las leyes penales son las menos eficaces contra el delito”. El gobierno, es necesario “un marco jurídico de actuación”, ante el embate de los criminales. Y nos lo había dicho en el siglo XVIII Alexander Von Humboldt, en su viaje por México en 1803, que se pasmó de la cantidad de leyes, pero que nadie las cumplía. 

Entre reacciones tardías y leyes inoperantes, llevamos más de treinta años, sin poder encontrarle la cuadratura al círculo, y por una sencilla razón: Se cree y se acepta como tal, que los delincuentes son “aquellos”, esos seres con rasgos lombrosianos, ignorantes criminales atávicos, prietitos, sin respeto por las leyes y las instituciones, son los “otros”, son los malos de nuestro país, los salvajes. 

Soslayan lo dicho por Alexander Lacassagne, -la sociedad es la que crea sus propios criminales y que cada sociedad tiene los delincuentes que se merecen-. 

Perdón, no, no son “aquellos”, no, no son los “otros”, somo nosotros mismos, ellos son un espejo de nosotros, un reflejo que no queremos reconocer, son mexicanos, hermanos, hijos, familiares de alguien, los que renegamos y vomitamos por generaciones, sin pensar que, al hacerlo, nos salpicamos a nosotros mismos.

Quitémonos esa falsa frasecita: “somos más los buenos, que los malos”, ¡Ni madres!, somos los mismos. 

Los apáticos, los agachados, los sin escrúpulos, el Presidente de una nación sin investidura presidencial ni de gobernabilidad, los gobernadores, los cientos y miles de diputados (de todos los colores), el titipuchal de Alcaldes, la inmensa masa burocrática derrotada y puesta al mejor postor de corporaciones policiales y fiscalías, las fuerzas armadas hasta las manitas, los grandes caballeros del dinero, los industriales y los cientos y millones de ciudadanos mansos y callados, absortos en su propia sobrevivencia, sin mirar lo que acontece, al fin que, tienen la “casa de los famosos” y ya viene el mundial de fútbol.

TAPANCO: Estado fallido o criminal, tal vez, siempre se habla de delincuencia organizada, pero poco o más bien nada de delincuencia organizada estatal, esa parte que no se quiere reconocer, están adentro, en lo profundo del sistema gubernamental, dentro de las instituciones. Así, la frontera entre autoridades y mañosos se desdibuja, se pierde el famoso estado de derecho, son los mismos, que de vez en cuando se sacan los machetes entre ellos, para romper el “Contrato Social” y tener su “temporada de machetes”.

X @franciscosoni