Torcido árbol

Daisy Mae le preguntó a Melissa, la joven esposa de Bill Abner: “¿Cómo es que tu marido pesca siempre seis o siete truchas en el río, y mi esposo jamás pesca ninguna?”. Explicó ella: “Es que Bill tiene un método infalible. Si al despertar por la mañana su atributo de varón está caído hacia el lado derecho, lanza el anzuelo hacia ese lado. Si está caído hacia el lado izquierdo, lo tira hacia el lado izquierdo”. Inquirió Daisy Mae con curiosidad traviesa: “¿Y si no está caído?". Replicó Melissa: “Ese día Bill no va a pescar”. (Gerald Moore, seguramente el pianista acompañante más famoso en la historia de la música, decía que una de las obras que más dificultad le presentaban para acompañarlas -búsquenla mis cuatro lectores en You Tube- era el lied de Schubert “Die Forelle”, “La trucha”, cuando lo cantaba Dietrich Fischer-Dieskau, pues debía imitar con el piano los giros de la trucha en el agua sin opacar la espléndida voz del gran barítono. A quienes acompañan en el piano a cantantes o instrumentistas les recomiendo la lectura del ameno libro de Moore llamado “Am I too loud?”, “¿Estoy tocando demasiado fuerte?”)... De sobra está decir que en el torcido árbol de la 4T no se mueve una hoja si no lo autoriza el amo, López Obrador. Así, la absurda demanda del impío Pío contra Loret de Mola debe entenderse como una acción tendiente a intimidar a los periodistas libres que critican al caudillo y señalan sus excesos y los de su familia. A la manera de todos los dictadores, AMLO teme a la prensa independiente; injuria y hostiga a quienes la representan y llega a extremos tan risibles como el de llamar “pasquín” a The New York Times, uno de los periódicos más respetados en el mundo. Desde luego, los ciudadanos que no están enceguecidos por la machacona y fascista propaganda del tabasqueño se solidarizan con Loret y reprueban la aviesa demanda de que es objeto, atentatoria no sólo contra el periodista sino contra la libertad de expresión, uno de los pilares de la democracia. De la nada salió el mentado Pío, y a la nada seguramente volverá cuando su hermano ya no sea lo que ahora es. El día que el desbocado presidente entregue la banda, los que forman su banda de amigochos y parientes regresarán a la oscuridad de la que salieron al amparo del autócrata. Eso sí: el regreso lo harán en Mercedes... La mamá de Pepito se preocupó al ver que su hijo tiraba siempre en la mesa el vaso con la leche, y no acertaba a tomar bien los objetos. Al parecer tenía algún problema de motricidad. Lo llevó con un especialista, que procedió a examinar al chiquillo. “Dime donde está la nariz. Dime dónde están los ojos. Dime dónde están las orejas.”. Pepito interrumpió al facultativo: “Vamos con otro médico, mamá. Este pendejo ni siquiera sabe dónde están los órganos de los sentidos”. La abuelita de Pirulina se inquietaba al ver el descoco de su nieta, que a ningún sediento negaba nunca un vaso de agua. Le sugirió, solícita: “Lo que debes hacer es buscarte un buen marido”. “Ya lo sé, abuela -admitió Pirulina-, pero ¿el de quién?". Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, tenía mucho dinero. Eso es lo único que tenía. Su cultura habría cabido en un dedal si aún se usaran esos adminículos de costurera. En su vida sólo había leído las revistas donde se reseñaban los ocios de la realeza y el jet set. Don Burtonio, erudito en arte popular africano, le mostró uno de los objetos de su colección. Le dijo: “Éste es un símbolo fálico”. “Pos será -acotó doña Panoplia-, pero francamente a mí me parece otra cosa”. FIN.