Entrevista con
el rector Alejandro Zermeño Guerra
Durante los días posteriores a los hechos ocurridos en la Facultad de Derecho, la comunidad universitaria de la UASLP vivió una etapa de profunda reflexión. En medio del desconcierto y la exigencia de respuestas, el rector Alejandro Zermeño Guerra fue pronunciando diversas ideas en entrevistas, conferencias y reuniones internas. Este diálogo busca reunir esas reflexiones dispersas y presentarlas en un solo hilo de conversación, con el propósito de abonar al entendimiento, a la autocrítica y al avance institucional. La entrevista aborda tres ejes esenciales: el aprendizaje que deja la crisis, la visión que emerge a partir de este punto de inflexión y la pregunta sobre si la universidad, en su proceso autopoiético, puede sostener por sí misma su recuperación.
1. El aprendizaje que deja la crisis —Doctor, después de los acontecimientos recientes, ¿qué aprendizaje nos deja esta semana como comunidad universitaria?
—Después de esta crisis, salen varios denominadores comunes que pueden ayudarnos a mejorar las condiciones de la institución en general, sobre todo en materia de seguridad y de género. La primera enseñanza es que debemos mejorar la seguridad interna. En el futuro queremos contar con mecanismos de registro y acceso controlado, quizá mediante credenciales digitales o reconocimiento facial, para asegurar que todas las personas que ingresen estén registradas.
La segunda enseñanza viene de una exigencia muy puntual de la comunidad: aplicar correctamente el protocolo de atención a víctimas. Tenemos que estar bien capacitados para manejarlo; funcionarios, docentes, investigadores, trabajadores y estudiantes. El protocolo existe, no es malo, pero no todos sabemos cómo aplicarlo. Es como los simulacros: podemos tener el plan, pero si no lo practicamos, no sabremos actuar en una crisis real.
Y la tercera enseñanza es reconocer que la Defensoría de Derechos Universitarios es lenta. Cuando una persona presenta una queja, los tiempos de respuesta son largos. Debemos mejorar los procedimientos, pero también comprender que existe la presunción de inocencia y el debido proceso. No se trata de ignorar a las víctimas, sino de investigar con seriedad, distinguir magnitudes y actuar con justicia. Esta crisis nos enseña que debemos mejorar y, sobre todo, escuchar a la comunidad.
2. Una nueva visión a partir del punto de inflexión —¿Cómo se transforma la visión institucional después de este punto de inflexión?
—Estamos implementando un nuevo esquema de participación donde toda la comunidad —alumnos, académicos y personal— pueda involucrarse. Queremos que las propuestas y críticas se conviertan en trabajo colaborativo. A veces es fácil decir “¿por qué no hicieron esto?”, pero la verdadera pregunta es: “¿qué podemos hacer juntos para mejorar?”. Esta crisis nos recordó que, aunque ya tenemos protocolos, defensoría y seguridad universitaria, todo puede y debe perfeccionarse. Ese es el aprendizaje más grande: entender que nada está terminado, que la mejora institucional es un proceso continuo.
3. Autopoiesis y acompañamiento —En este proceso de aprendizaje y regeneración institucional, ¿puede la universidad sola sostener su recuperación o necesita apoyo externo?
—La comunidad universitaria es muy preparada, eficiente y sensata. No podemos juzgar a cuarenta mil personas por el comportamiento de tres. He visto a nuestros jóvenes participar en marchas con respeto y compromiso; son ellos quienes nos están enseñando cómo hacer mejor las cosas. Claro que todo requiere recursos: mejorar la infraestructura, aumentar la vigilancia o instalar sistemas de acceso implica inversión, y hoy atravesamos una situación económica compleja. Pero confío en que pronto contaremos con los medios necesarios.
La autonomía no significa aislamiento; significa capacidad de responder y corregir desde dentro, con responsabilidad y cohesión. Tenemos lo esencial: una comunidad consciente de que puede transformarse.
Epílogo- El rector lo resume sin grandilocuencia: “Todo lo que tenemos se puede mejorar”. Y en esa frase se condensa el espíritu de una universidad que aprende de sus propias crisis. El caso UASLP es, sin duda, un punto de inflexión: nos muestra la urgencia de políticas universitarias efectivas contra la violencia de género, de protocolos con enfoque de víctima, y de una reconstrucción de confianza basada en la transparencia y el acompañamiento psicosocial.
La garantía de no repetición, principio central de toda reparación integral, implica eso precisamente: convertir el dolor en aprendizaje, la herida en transformación. De esta crisis debe surgir una universidad más justa, más consciente de sus responsabilidades y más humana.
Siempre Autónoma por mi Patria Educaré.
Las y los espero con el gusto de siempre el próximo viernes.
carloshernandezyabogados@gmail.com