La madrugada del 6 de agosto de 1945, hoy hace 78 años, un bombardero B-29 de los Estados Unidos, apodado Enola Gay, partió de la isla de Tinian con rumbo a Hiroshima en la costa japonesa, con una bomba de uranio a bordo. Al arribar a Hiroshima, a las 8:15 de la mañana el Enola Gay hizo explotar la bomba sobre la ciudad. Para la ocasión, el bombardero se hizo acompañar de otros dos aviones; uno de ellos, apodado Great Artist, estaba equipado con instrumentos de medición para documentar los efectos físicos de la bomba; el otro, llevaba a bordo equipo para fotografiar la explosión.
Como sabemos, el bombardeo nuclear de Hiroshima es la primera de las dos únicas ocasiones en la que se ha empleado una bomba nuclear en contra de la población. La segunda ocurrió tres días después, cuando otro bombardero B-29 lanzó una bomba nuclear de plutonio sobre la ciudad de Nagasaki en el sur de Japón. En conjunto, los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki produjeron más de 200,000 muertos, tanto en el momento de la explosión, como posteriormente por enfermedades producidas por la radiación.
Sabemos también que las bombas nucleares que destruyeron Hiroshima y Nagasaki fueron parte del esfuerzo de guerra de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, en un contexto de competencia con Alemania, que se pensaba pudiera estar desarrollando su propia bomba. Alemania, sin embargo, se rindió en mayo de 1945, de modo tal que cuando los Estados Unidos decidieron lanzar la bomba sobre Japón meses después de esta rendición, no existía ya el peligro nazi. No habría habido así, según algunos, necesidad de usar la bomba nuclear en contra de la población japonesa.
Expresando opiniones en este sentido, un grupo de científicos hizo llegar en junio de 1945 al Secretario de Guerra de los Estados Unidos un documento en el que analizaron las consecuencias políticas y sociales que podría tener el uso de la bomba nuclear en contra de la población japonesa. Dicho grupo estaba formado por tres físicos, tres químicos y un biólogo, y era presidido por James Franck de la Universidad de Chicago, premio Nobel de Física 1925. El documento, que puede ser consultado en la página de Internet del “Bulletin of the Atomic Scientists”, se envió antes de que se llevara a cabo la primera explosión nuclear de la historia en el desierto de Nuevo México en julio de 1945.
En su documento, Franck y colaboradores expresan preocupación por la posibilidad de que, con el uso de la bomba nuclear en contra de Japón, se desatase un carrera armamentista -como efectivamente sucedió- en la que varios países buscaran desarrollar armas nucleares. Para prevenir esto, consideran la posibilidad de mantener en secreto la tecnología nuclear que poseían los Estados Unidos. Ellos mismos, sin embargo, argumentan que esto solamente podría retrasar el problema algunos años, pues existían varios países con los conocimientos suficientes para desarrollar armas nucleares en el corto plazo. Y en este sentido tuvieron razón, pues la Unión Soviética detonó su primera bomba nuclear en 1949.
Consideran también la posibilidad de controlar la producción de uranio y de otros materiales fisionables, lo cual, igualmente, concluyen era impráctico. En particular, y dado que la Unión Soviética era su principal preocupación, no creían posible que un país que cubre la quinta parte de la superficie del planeta no cuente con yacimientos de uranio.
Además de lo anterior, argüían que, en el evento de una guerra nuclear, los Estados Unidos estarían en desventaja con respecto a la Unión Soviética. Esto, debido a que, por su extenso territorio, la Unión Soviética podría dispersar sus núcleos poblacionales de una manera más efectiva de lo que lo podrían hacer los Estados Unidos con el fin de mitigar el impacto de un ataque nuclear.
Franck y colaboradores concluyen que el único camino disponible para disipar el peligro nuclear es lograr un acuerdo de control de armas, y en ese sentido no era recomendable iniciar la era nuclear con un ataque en contra de la población japonesa que dificultaría que los Estados Unidos tomasen el liderazgo para lograr un acuerdo de control de armas.
A toro pasado, sabemos que los Estados Unidos no atendieron a las recomendaciones de los científicos y detonaron dos bombas nucleares sobre la población civil japonesa. Esto, ciertamente aceleró la rendición japonesa, pero al mismo tiempo no ayudó a evitar la carrera armamentista que dio origen a la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.