Una meta a considerar

Una característica de nuestro tiempo es el avance vertiginoso del conocimiento científico y con esto de las tecnologías basadas en dicho conocimiento. Que dicho avance es verdaderamente vertiginoso lo ejemplifica el desarrollo, en menos de un año, de varias vacunas para frenar el avance de la pandemia de coronavirus. 

Ante la gran velocidad con que avanza el conocimiento científico y tecnológico, las universidades y centros de educación profesional deben renovar sus programas de estudios a la misma velocidad, so pena de que queden rápidamente obsoletos. En este sentido, es interesante comentar un artículo publicado el pasado mes de octubre en la revista “Physical Review Physics Education Research”, por un grupo de investigadores encabezado por Michael Fox, del Instituto de Estándares  y   Tecnología, y de la Universidad de Colorado en Boulder.

En el artículo de referencia, intitulado: “Preparándonos para la revolución cuántica: ¿Cuál es el papel de la educación superior?”, Fox y colaboradores hacen un análisis de los cambios que deben de llevar a cabo la universidades de los Estados Unidos para formar a los ingenieros y técnicos de alta calificación que necesitan la compañías involucradas con el campo de la información cuántica. Todo esto en el marco de la “National Quantum Initiative”, convertida en ley por el Congreso de los Estados Unidos el 21 de diciembre de 2018.

Dado que el término “revolución cuántica” podría quizá resultar poco familiar, vale la pena mencionar que esta revolución está basada en la “mecánica cuántica”, disciplina desarrollada en Europa en las primeras décadas del siglo pasado por una generación excepcionalmente brillante de físicos. La mecánica cuántica es una teoría que explica el funcionamiento de la naturaleza en una escala atómica, en términos radicalmente diferentes de la física que se aplica a los objetos de tamaño ordinario. De hecho, la mecánica cuántica predice fenómenos que nos resultan sorprendentes, tales como que un objeto pueda estar en dos lugares a la vez.     

No obstante lo inesperado de sus predicciones, la mecánica cuántica ha resultado ser extremadamente útil. Fue crucial, por ejemplo, para el desarrolló en 1947 del transistor y en 1960 del láser, que son piedras angulares en las que se apoya la red Internet. 

Hoy en día, a un siglo de su invención, la mecánica cuántica ha dado origen al campo de la información cuántica, que promete avances tecnológicos todavía más grandes, notablemente en el área de la computación. En este contexto se ha acuñado el término “segunda revolución cuántica”, y atendiendo a la misma, Fox y colaboradores llevaron a cabo una encuesta entre compañías relacionadas con la informática cuántica para averiguar sus necesidades de ingenieros e investigadores. 

En base a las respuestas obtenidas, los investigadores determinaron que las actividades de las compañías en la industria cuántica se agrupan en: detectores cuánticos, comunicaciones cuánticas, y computación cuántica, incluyendo hardware y software. Para estas áreas la industria cuántica norteamericana necesitará una fuerza de trabajo de ingenieros, científicos teóricos y de laboratorio, y técnicos altamente especializados.  Parte de esta fuerza de trabajo deberá contar con un entrenamiento formal en el campo de la información cuántica, mientras que el resto tendría que haber acreditado uno o dos semestres de cursos introductorios en este campo.

Cabe preguntarse la importancia de todo lo anterior para México. Como un país subdesarrollado tecnológicamente, sin duda iremos a la saga de los países ricos en cuanto al desarrollo de la industria cuántica. Dado el proceso de globalización, sin embargo, es posible que en algún momento futuro se abran puestos de trabajo en México en esta industria y por tanto deberíamos adelantar acontecimientos y contemplar las adecuaciones conducentes en nuestros planes de estudio. Al mismo tiempo que impulsamos la investigación científica en el área de la información cuántica, que es un prerrequisito para la implantación de programas educativos sólidos que se mantengan permanentemente actualizados.

Por lo demás, al no hacerlo estaríamos admitiendo que no tenemos más ambición que la de ser un país eternamente dependiente.